"¿Qué haces, Ava?" Ella lo oyó bien, pero ignoró la pregunta, mientras deslizaba sus suaves manos hacia su entrepierna, levantándolo con avidez y envolviéndolo con sus dedos, subiendo y bajando lentamente, convenciéndolo lentamente hasta que se excitara. Quiere ser la única, la única esta noche.

—Déjame complacerte, amo, déjame ser yo —susurró, dudando si él la escuchaba, no importaba si lo hacía o no, ya que sus ojos estaban cerrados nuevamente.

Le desabrochó los pantalones y se lamió los labios al ver la erección que acababa de liberar, su pene erecto a centímetros de su cara. Podía verlo brillar a la luz y se lamió de nuevo, dándose cuenta de que ansiaba tenerlo en la boca.

Aún tenía los ojos cerrados, sabía lo que ella estaba a punto de hacer; debería detenerla, pero no lo hizo, no se atrevió a hacerlo, ella había pedido ser la indicada. Otras mujeres se habían sometido antes, pero su lobo no había aceptado a ninguna, hasta que llegó Ava. Ava es la única a la que ha podido aceptar