Capítulo diecinueve
Me voy a casar
—Paren, por favor, paren —intento detenerlos.
Sin embargo, ellos continúan dándose golpes y yo no se que más hacer sino correr a pedir ayuda a la primera persona que encuentro. El desconocido llama a un amigo para que lo ayude. Ambos me siguen corriendo hacia donde están las dos bestias que aún se están peleando. Los dos hombres los separan y yo me meto en el medio.
—¡Jodido neandertal, para ya! —le grito a Alexandre—. Y tú también, Robert. ¿Qué leches creen que hacen?—los fulmino a ambos con la mirada—. Tú estás casado —señalo a mi jefe con mi dedo índice—. Lamento si algún día te di esperanzas, pero solo te admiro mucho. Eres un excelente hombre y un magnífico jefe, nada más. Y lo siento, pero no te puedo corresponder.
Me quedo hiperventilando por la falta de pausas.
¡Hoy hay maratón!