[Narrador Omnisciente]
•Nueva Jersey El sol de la mañana se filtra por las persianas, dibujando finas líneas de luz en el suelo del apartamento vacío por la ausencia de Giovanni. Laritza no se había movido de la cocina. Sigue sentada en el suelo, con la espalda apoyada contra el frío metal del refrigerador, las rodillas pegadas al pecho y la carta de Gio aún apretada en su mano. La noche entera se ha desvanecido en una neblina de incredulidad y dolor, sin lágrimas, solo un entumecimiento profundo que la ha dejado vacía. Fue un calambre en el estómago lo que la sacó de su estupor. Un dolor agudo y punzante que le robó el aliento. Al principio pensó que era la falta de comida, pero una punzada más fuerte, seguida de una ola de náuseas, la hizo levantarse tambaleándose. Corrió al baño, donde se inclinó sobre la taza, su cuerpo reaccionando violentamente a algo que su mente aún no podía procesar. Cuando el malestar cedió, se quedó de rodillas, con la cabeza apoyada en el azulejo frío. Fue entonces cuando las piezas empezaron a encajar. Las náuseas matutinas de las últimas semanas, el constante cansancio, el retraso en su período que había atribuido al estrés del trabajo y los exámenes finales... Un terror gélido, muy diferente al de la noche anterior, la invadió. Con manos temblorosas, buscó en el fondo del botiquín de primeros auxilios. Encontró una prueba de embarazo olvidada, comprada por si acaso, y con un valor que nunca había querido afrontar. Siguió las instrucciones con una mente borrosa.. Los minutos que siguieron fueron una eternidad silenciosa. Cuando miró el pequeño dispositivo, dos líneas pálidas se dibujaron en su visión. Positivo. Un grito de incredulidad y desesperación se escapó de sus labios. Estaba embarazada. Sola. Abandonada y con una nueva vida dependiendo de ella. El mundo se le vino encima de una forma aún más cruel que antes. ¿Cómo iba a trabajar?, ¿Cómo podría criar a un hijo sin el padre, sin dinero, sin apoyo?. El pánico la paralizó. Y en medio de ese pánico, algo cambió. En lugar de desesperación, una fuerza desconocida y poderosa comenzó a crecer dentro de ella. Miró su vientre, plano y aún sin señales de la vida que contenía, y una determinación de acero reemplazó al miedo. No estaría sola. No de verdad. Lleva a su hijo en su vientre. Y por él, por esa vida que había sido concebida en un amor ahora roto, se levantaría. Por él, terminaría su carrera. Por él, encontraría el éxito. Por él y por ella, para demostrarse que nada puede romperla tan fácil. La tristeza no se fue, pero se hizo a un lado. El abandono de Gio se convirtió en una cicatriz, un recordatorio de la traición, pero ya no la definiría. A partir de ese momento, la historia de Laritza Sandoval no sería la de una mujer abandonada, sino la de una madre que haría cualquier cosa por su hijo. El primer paso fue el más difícil: levantarse del suelo del baño. Después de eso, el único camino era hacia adelante. Se dió un baño, fue a la cocina a hacerse un rico desayuno, tenía miedo de mirarse al espejo, de mirarse a los ojos, porque si lo hacía, temia llorar, no se podía permitir llorar, porque eso significa desquebrajarse, romperse por completo y su hijo la necesita fuerte e inquebrantable. Su madre le llama, tenia un mes sin saber de ella, no son muy unidas después de la muerte de su padre cada se encerró en su dolor, pero cuando Lari le dice lo que Gio le hizo y que está embarazada. Desde ese instante su madre a la distancia saltó de alegría por su nieto, le pidió que volviera con ella, que atendería al bebé mientras Laritza trabaja. Imposible decir que no. •-Bien, esto es lo que haremos, me graduaré y luego me iré a vivir contigo. •-Es lo mejor hija, esa ciudad, ese departamento, todo te lo hará recordar y te dolerá más. •-Amo Nueva Jersey, es una lastima tener que dejarla. •-Volveras, así como vas a recorrer el mundo con tu trabajo, ya verás. •-Gracias mamá, Gracias por tu apoyo.—Siguieron una conversación de minutos. ***** •La graduación. Le entregan un premio por sus excelentes calificaciones y la promesa de trabajo cuando quisiera. Los aplausos y felicitaciones por ser la mejor en generaciones no se hacen esperar.. Su madre llegó días antes de la graduación, muy orgullosa aplaudió con fervor a su hija, imaginando al padre de Laritza a su lado, un hombre honrado, trabajador que amaba con locura a su esposa e hija, murió de un infarto hace un año y en todo ese año, su madre Claritza y ella se distanciaron, su madre decía que necesitaba tiempo a solas. Doña Claritza ahora está ayudándole a empacar. Laritza, sigue sin mirarse al espejo, lleva semanas sin mirarse a los ojos, se lava los dientes con los ojos cerrados, se peina su cabello en una cola de caballo, su hermoso cabello marrón oscuro es fácil de manejar. Una de sus compañeras de la universidad le hizo un peinado rápido para colocarse la toga ese día en la mañana para la graduación. Terminan de empacar. -Llegaremos en la noche a casa y mañana a primera hora iremos al doctor, debes cuidarte mejor, tomar pastillas prenatales y una dieta balanceado. —Su madre hablaba y hablaba mientras su corazón se estrujaba recordando la conversación que tuvo una meses atrás con Gio, nombres para los bebés, los cuidados, él dispuesto a ir a china por sus antojos y por un segundo sus ojos se llenaron de lágrimas.. Lágrimas que no dejó salir. Él no se merece una sola lágrima suya. •✦••✧ Liliana santos