Capítulo 3.

Tobías.

Esto es extraño, más que extraño, retorcido. Por lo que entiendo Vincent, es mi otro tío, ¿entonces por qué demonios se hacen este tipo de dedicatorias entre hermanos? Realmente da mucho que pensar. Por ahora prefiero no entrometerme en asuntos que no me corresponden, por lo que con cierta prisa intento guardar todo dentro de la guantera. Grande es mi sorpresa al encontrarme con una pistola 9mm, balas y una bolsita transparente herméticamente sellada con un polvo rocoso de color blanco dentro.

Siento mi corazón latir con prisa y la adrenalina a tope recorriendo mi cuerpo. ¿Qué clase de persona es Isaac Bauer? Un grito ahogado escapa de mis labios al sentir un brusco agarre sobre mi muñeca, dejo caer las cosas al piso y volteo a ver, encontrándome con los ojos inyectados de odio de mi tío. Con cada segundo que transcurre la presión sobre mi muñeca se torna más violenta, por lo que dejo escapar un agudo chillido al momento que intento zafarme. Sus dedos queman y su mirada impetuosa logra cohibirme.

De pronto, a su lado me siento pequeño, demasiado pequeño, es como volver a ser ese niño chiquito del cual abusaron sin piedad en el pasado. Durante meses creí que al alcanzar la mayoría de edad me sentiría diferente, más fuerte, más libre, sin embargo el sentimiento que me embarga en este momento está muy lejos de aquellos. Ahora, en este momento frente a él, me siento jodidamente insignificante.

—No vuelvas a tocar mis cosas, no recuerdo haberte dado permiso de inmiscuirte en mis asuntos personales—, mientras dice aquellas palabras con extrema monotonía aprovecha para retorcer mi brazo.

—Lo siento mucho tío, le prometo que no volverá a suceder—, sumisamente agacho la cabeza, su mirada es tan imponente que no puedo mirarlo a los ojos sin ponerme a llorar.

—Si yo hablo, tú te limitas a mirarme a la cara y obedecer. No tolero a las personas como tú—. Suelta mi muñeca para coger con la misma brusquedad mi mentón, levantando mi cabeza con brusquedad—. ¿Queda claro, querido sobrino?

—Si—, decenas de lágrimas se amontonan en mis ojos y sin importar el esfuerzo que hago para retenerlas, estas terminan de igual modo rodando por mis pálidas mejillas.

Él me suelta, rápidamente me aparto de su lado y me acomodo en los asientos traseros, recargando mi mejilla sobre la ventanilla y masajeo con insistencia mi muñeca derecha, miro de reojos y noto que sus dedos han quedado tatuados en mi piel, señal suficiente para anteponer que mi estadía con él será todo un infierno. Isaac, levanta las cosas que minutos antes tiré y las deja dentro de la guantera. Sobre el asiento del copiloto deja las bolsas con víveres que compró, se acomoda en su asiento y reactiva el viaje. Aprovechando que él va concentrado en la carretera descargo mi tristeza y frustración en modo de lágrimas.

Lloro en silencio, sintiéndome impotente ante la frustración. De pronto me siento cansado y el movimiento del vehículo me arrulla, de manera suave y reconfortante. De pronto, el cansancio me gana y todo se torna negro para mí.

Abro mis ojos, no sé cuánto tiempo a transcurrido, sin embargo, él sigue conduciendo. ¿Dónde vive? Noto como sale de la carretera y se adentra en un camino de tierra bastante inhóspito. Me sostengo del asiento delantero, ya que, el automóvil salta a causa del mal estado del camino. A donde sea que mire solo hay árboles, inmensos y frondosos árboles. Todo esto comienza a inquietarme, cuando se me anunció que me iría con un tío paterno, creí ilusamente que viviría en la ciudad, asistiría a la universidad y a lo mejor podría hacer amigos. Nunca esperé esto.

Se detiene de pronto y apaga el motor del vehículo, observo a mi alrededor, solo diviso una pequeña cabaña de dos pisos, la cual se encuentra rodeada de árboles, una superficie de madera la cual sostiene un gran estanque de agua y del otro lado una caseta con un generador dentro. Las ventanas por fuera están selladas con tablas, lo que impide que la luz del sol ingrese dentro del inmueble. Su aspecto externo es realmente escalofriante, parece la fachada digna de una película de terror.

—Baja—, ordena de manera seca, él rápidamente sale del automóvil llevando las bolsas de las compras con él.

No respondo, realmente no me apetece hacerlo. Simplemente me limito a obedecer y bajo del automóvil con prisa. Con pasos torpes me encamino a la cajuela y saco mi liviano equipaje. Sigo los pasos de mi tío adentrándome en la cabaña. Me sobresalto al estar dentro, todo está oscuro y él cierra la puerta con un estruendoso golpe. Guiándome por mi oído noto que está cerrando la puerta con llave y el sentirme encerrado provoca que me estremezca. Nervioso comienzo a frotar mis manos y una gota de sudor resbala por mi cien, sentirme de este modo revive fantasmas del pasado, fantasmas, que creí enterrados.

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