Capítulo 2.

Tobías

—Deja tus mierdas en la cajuela—, se dirige de manera despectiva hacía mí—, y no tardes, tengo prisa—. Se adentra en el vehículo y posteriormente la cajuela se abre.

—Claro, queridísimo tío—, susurro aquello mientras dejó mi mochila dentro de la cajuela. Cierro esta con cierta brusquedad y me encamino al asiento del copiloto.

— ¿Qué m****a haces?— Golpea con su puño el volante e involuntariamente me estremezco. Odio la violencia, la odio porque mi cuerpo reacciona a esta y me aterro.

—Solo me estoy acomodando—, enfrento su mirada, mas no puedo dejar de frotar mis manos y pellizcar mis dedos, buscando mediante esta acción algo de tranquilidad.

—Este lugar solo mi hermano Vincent, puede ocuparlo—, comienza a mover una de sus manos, gesto con el cual remarca sus palabras y hecharme de manera tan humillante.

—No es necesario que sea tan despectivo, basta con pedirlo de buena manera—, resoplo fastidiado y bajo del automóvil para acomodarme en los asientos traseros.

— ¿ES EN SERIO?— Deja escapar una socarrona carcajada—, a mí ningún crío de m****a, que se creé hombre por cumplir los dieciocho me dice que hacer o cómo comportarme.

—Lo siento—, muerdo mi labio inferior nervioso y aparto unos mechones de cabello rebeldes que cubren mis ojos—. ¿Cuál es su nombre?— Decido cambiar el tema e indagar un poco en el hombre que de ahora en más se hará cargo de mí.

—Isaac Bauer—, noto como me observa de reojos.

—¿Por qué se apellida Bauer? Mi padre se apellidaba Weber—. Había algo raro en todo esto, ¿de verdad este hombre tiene algún lazo sanguíneo conmigo?

—Muy simple, tú padre en sus años de juventud no era una blanca paloma, un día sostuvo una acalorada discusión con nuestro padre y se fue de casa, tiempo después nos enteramos de que se había cambiado el apellido—. Suelta aquella información sin ni una pizca de tacto y de algún modo agradezco su honestidad. Hay tantas cosas que desconozco de mi propia familia.

—Entiendo— esbozo una tímida sonrisa, sonrisa que él no corresponde—.

El camino transcurre en un asfixiante silencio, me siento bastante incomodo en esta situación y no sé qué hacer para entablar una plática amena. Desvío la mirada, observando la carretera, poco a poco nos alejamos de la ciudad y la carretera se torna desolada. Tengo tantas preguntas en mi mente, deseo saber tantas cosas, conocer más a fondo al hombre que se encuentra frente a mí. Vuelvo a fijar mi mirada en él, me ignora, se encuentra concentrado en la desierta ruta y ni siquiera se toma la molestia de pestañear. ¿A caso es humano?

Salgo de mis cavilaciones cuando el automóvil se detiene de golpe, antes de poder reaccionar Isaac baja, dejándome solo. Observo a mi alrededor, hemos parado en una estación de servicio y mi tío camina con paso seguro hasta el interior de una modesta tienda que se encuentra junto a la bencinera. Al perderlo de vista aprovecho de revisar un poco el auto, no es que pretenda tomar algo que no es mío, solo es curiosidad. El interior del automóvil se encuentra impecable, ni siquiera se aprecia una pelusa. Sin embargo, al abrir la guantera encuentro un gran caos dentro.

Caen algunos papeles y fotografías, rápidamente me inclino hacía delante y levanto lo que ha caído. Observo las fotos que descansan entre mis manos, son tres, en cada una de ellas sale la misma persona. Es un joven, de facciones hermosas y angelical sonrisa, tiene un leve parecido con mi tío Isaac, lo que me hace pensar que son familia. Al mirar el reverso de las fotografías, en una de ellas se aprecia una escueta dedicatoria. “Siempre serás quién provoque mis sonrisas y el dueño de mi corazón” Vincent Bauer.

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