Capítulo 1.

Capítulo 1.-

Han transcurrido doce largos años desde que pisé por primera vez un orfanato. La vida en sitios como estos no es sencilla, no importa cuánto tiempo transcurra, jamás terminas de acostumbrarte. En sitios como estos hay carencia de todo, carencia de presupuesto, carencia de ropa, de alimentos, pero, sobre todo, carencia de amor y cuidados. En sitios como este, toca aprender que la vida es dura, que es difícil y que tristemente es selectiva. Mientras que aquí nos revolcamos en nuestra miseria hay personas fuera que disfrutan de su felicidad y abundancia, o bien, si no gozan de abundancia, al menos tienen a alguien en quien apoyarse. Nosotros no, acá dentro se está solo.

Los primeros años, fueron sin duda los peores. Era pequeño, no lograba entender del todo como es que mi familia se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos. No lograba adaptarme a la ausencia de mi abuela, no lograba sacar de mi cabeza el último instante en que vi con vida a mi madre o a mi padre. Estaba tan asustado, todo era tan ajeno a lo que acostumbraba en mi hogar que la visitadora social me derivó a un hogar sustituto, donde se suponía me brindarían el cariño y protección que necesitaba.

Mis padres sustitutos eran unos malditos, ellos no nos tenían ni una misera pizca de cariño, y a base de golpes e insultos se forjaron mis cimientos en la niñez. Ellos no fueron los únicos, claro que no. En cuestión de cinco años pasé por diversos hogares sustitutos y en casi todos fue lo mismo. A esas personas no les importa el bienestar de los niños y adolescentes que cuidan, solo les importa el jugoso cheque que el estado les entrega para costear nuestros gastos. Mientras que al gobierno de turno solo les importa deshacerse de nosotros y que seamos un jodido problema menos.

Una vez más me ha tocado preparar mi equipaje con la finalidad de abandonar el orfanato, pero esta vez de manera definitiva. Finalmente he alcanzado la mayoría de edad. La asistente social me alienta diciendo que todo mejorará en mi vida, que esta vez es un adiós sin retorno, ya que legalmente soy mayor y un familiar ha reclamado mi custodia. Al enterarme de tal noticia sentí un atisbo de desconfianza, no es para menos, toda mi vida viví creyendo que no tenía familia alguna, mucho menos un tío paterno. Que yo sepa, mi papá fue hijo único.

Me siento pesadamente sobre la que fue mi cama por un par de años, observó con cierta nostalgia las despintadas paredes grises y aunque este sitio fue un infierno, después de vivir casi toda mi vida en este lugar resulta inevitable el no sentir nostalgia. He terminado de empacar mis pocas pertenencías y me aseguro de haber guardado la única fotografía familiar que conservo. Todo está en orden y falta nada para que llegue mi supuesto tío. Siento un nudo en la boca de mi estómago y un dolor quemante en mis hombros, síntomas típicos que anuncian que mis niveles de estrés se han disparado. Estoy nervioso, he de admitir que estoy asustado, no sé con qué clase de persona voy a vivir, tampoco sé con que clase de personas vive mi tío. Todo este asunto me ha estresado de sobremanera.

— ¿Tobías, ya estás listo?—Con cautela, la mujer de mediana edad ingresa en la habitación−, tu pariente ha llegado y ansía conocerte−. Esboza una sonrisa cómplice.

—Ya estoy listo, señorita Alison—, rápidamente me pongo de pie y me cuelgo la vieja mochila sobre mis hombros.

— ¡Perfecto!—Comienza a caminar contorneando sutilmente sus escurridas caderas mientras parlotea cientos de indicaciones a las cuales no presto ni la más mínima atención—. ¿Todo claro, Tobías?

—Si, me queda todo muy claro— es mi escueta respuesta, a la cual le agrego una pizca de sarcasmo, sarcasmo que por cierto ella no nota.

Avanzo lento, inseguro, asustado, aunque intento fingir serenidad. No importa cuantas veces haya pasado por esto, siempre es igual de todos modos, ¿a quién no le aterra lo desconocido? Froto mis manos nervioso al entrar en la sala de estar. Inmediatamente fijo mi mirada en el hombre que se encuentra cómodamente sentado en el sillón, mientras revisa su teléfono celular con un semblante no muy amigable. Alison, se encarga de las presentaciones, él sin siquiera tomarse la molestia de dirigirme la mirada saluda. Ante tan petulante actitud la mujer se muestra incomoda, sin embargo, omite cualquier opinión al respecto.

—Estos son los documentos que debe de firmar, señor Bauer—, la mujer extiende una carpeta con los documentos y rápidamente le ofrece un lápiz de tinta para que proceda a firmar.

—Gracias—. Fue la cortante respuesta del hombre. Sin siquiera leer firmó los documentos que segundos antes le habían entregado—. ¿Podemos irnos?— Preguntó con poca amabilidad a Alison, al momento que le entregaba los documentos.

—Si, por supuesto—, a la mujer se le notaba cohibida.

Alison, se acercó a mí con ganas de despedirse, aunque mi desagradable tío no le dio tiempo a hacerlo. Posó su gran mano en mi espalda y con cierta brusquedad comenzó a empujarme hacía la salida. Volteo mi rostro y con la mano me despido de la mujer, la cual se encuentra cabizbaja y no nota mi pobre despedida. Sigo sus pasos cabizbajo ignorando todo a mi alrededor. Nos encaminamos al estacionamiento del recinto y el silencio entre ambos se torna algo incomodo, al menos para mí. Deseo romper el silencio, decir algo que aligere la tensión del ambiente, pero, nada sale de mi boca.

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