Estefanía Wolsky
La última vez que le respondí al señor Kravec un mensaje fue el día siguiente después de nuestra salida nocturna. Esta vez era él quien me escribía repetidamente y yo no le respondía. A los siguientes dos días él dejó de escribirme y ninguno de los dos nos escribíamos.
Y creyendo que el juego había terminado me dediqué de en lleno a mi vida laboral olvidando que había pasado el mejor domingo de mi vida en años. Porque por primera vez salí de casa y disfruté cada segundo fuera aun cuando estaba nerviosa hasta la médula.
Cada día recordaba nuestras interacciones y la melancolía me envolvía como si se tratara de una ruptura amorosa.
Que no lo era en ningún caso pero mi mente jugaba una mala pasada conmigo y me empujaba sentirme de esa forma.
Y aunque mi autoestima siempre se había mantenido estable porque nunca había sentido la necesidad de impresionar a nadie, de alguna forma me pregunté qué me hacía falta para ser del tipo de mujer por el que el señor Kravec se intere