V.- Hace once años.

Sostengo la mano de Sandra. Cierro los ojos. Todo me da vueltas, no logro concentrarme. El ansia, el nervio, la desidia son emociones presentes en mí. Que no son mías. Hay una voz que no conozco, pero es extrañamente maternal. 

Dejo de poner resistencia, de pensar en el comedor, en Sandra, en Evangelina y en Mike. Dejo que las emociones me guíen a donde quieran llevarme. Dejándome fluir en ellas hasta dejar de ser yo.  

-Vamos Sandy, se nos hace tarde.

-Pero mamá, ¿por qué tenemos que ir?

-Ya te dije muchas veces, que hay una razón para todo y yo quiero saber porque naciste cómo naciste.

-Pero los doctores te dijeron, ¿no?

-Ay, Sandy, hay cosas que ni los doctores me pudieron decir. Ya deja de discutir conmigo y súbete al carro.

Una niña pequeña de cinco años de edad, con un vestido rosa a las rodillas con un moño enorme amarrado a la cintura, zapatos flats con mariposas al centro y una diadema recogiendo su cabello hacia atrás se sube de mala gana al coche sedan azul.

Conducen hasta un condominio de pequeños departamentos a las afueras de la ciudad. A la entrada del condominio una mujer sentada en una silla de madera aguarda. Con su cabello negro recogido en una cola de caballo, menea un abanico con su delgada muñeca que apoya en su otro brazo que rodea su pequeña cintura. Sus ojos  miel ven el horizonte como esperando. Porta un vestido descubierto a los hombros pero largo hasta los pies en los cuales lleva unos tacones negro brillantes. 

 -Buenas tardes señora, y, señorita. Son ustedes las que vienen en busca de respuestas. ¿Cierto?

Sandy y su mamá se ven a los ojos en señal de sorpresa. 

-Sí señora, así es. Dígame, ¿es usted la gitana?

-Síganme por favor.

Caminan por un pasillo empedrado al aire libre, es un día soleado, con muy pocas nubes en el cielo. La gitana al caminar menea su falda de un lado a otro y no deja de abanicarse. Terminando el empedrado hay un jardín, al fondo un edificio de departamentos. 

Entran al departamento #104, por dentro está pintado de color beige, en las paredes los cuadros de familias gitanas. Junto a la ventana que da al comedor hay un librero lleno de velas, inciensos y figuras de porcelana. 

-Por favor, siéntense.

-¿Disculpe cómo se llama?

La gitana que estaba agachada buscando algo en el librero da un brinco y gira para ver de frente a sus visitas.

-Soy Madam Vadoma.

Madame Vadoma pone a la mesa una vela de color azul claro y un paquete de cartas cerradas. Prende la vela, se cruza de manos.

-Disculpe Madame Vadoma ¿Porque prendió la vela?

-Para que su hija se sienta más cómoda señora. ¿Qué es lo primero que quieren saber?

Madam Vadoma, no deja de ver a Sandy.

-Quiero saber que tiene mi hija Madame. 

Madam Vadoma estira sus manos sobre la mesa y toma las manos de Sandy.

-Tranquila pequeña, no tienes nada que temer.

Deja las manos de Sandy sobre la mesa de madera, pasa sus largas uñas por las líneas de las manos de Sandy, hasta las yemas de sus dedos. Uno a uno Madame Vadoma acaricia los pliegos de las pequeñas manos de Sandy. Con cada caricia en sus pequeñas manos Sandy siente fluir algo dentro de ella y no solo las largas uñas. 

-Deja así tus manos pequeña.

Pasa sus manos acariciando las pequeñas palmas, estirando sus manos por completo sobre la mesa del comedor. Hasta colocar sus manos boca abajo sobre las manos boca arriba de Sandy y cierra los ojos para concentrarse. Concentra toda su energía en las palmas de las manos de Sandy para sentirla. 

Sandy siente un tirón en la parte superior de su espalda. Como si Madame Vadoma estuviera jalando con hilos invisibles algo que ni ella sabia que tenia dentro. La sensación de un glaciar derritiéndose en su espalda, llenando con agua helada cada rincón de su cuerpo. 

Los hilos que Sandy puede sentir saliendo de las manos de Madame Vadoma, cada vez tiran más fuerte. Haciendo que la sensación de agua helada vaya hacia sus palmas y se concentre solo ahí. Mientras la sensación de los hilos es cada vez más fuerte Madame Vadoma comenzaba a temblar. 

-Sandy, querida, crees que puedas mantener esa sensación en tus manos.

-¿Qué es lo que estoy sintiendo?

-Eso que sientes recorrer tu cuerpo es tu energía Sandy. Pero necesito que me ayudes porque yo sola no logro hacer que salga.

-¿Cómo hago eso Madame?

-Solo concéntrate en lo que estás sintiendo, piensa en tu energía como el flujo del agua. Imagina que tus manos son el único lugar de tu cuerpo por donde pueden salir. 

Madame Vadoma pone la vela en medio de las manos de Sandy.

-Piensa en tu energía fluyendo hacia esta llama.

Sandy cierra los ojos, dejando que la energía fluya de manera natural. Recorriendo su cuerpo como la nieve recorre la montaña hasta llegar al agua. En sus manos el cúmulo de energía comienza a liberarse. Enfriando el aire que hay a su alrededor. Este comienza a sentirse más frío y más pesado mientras la energía se desborda al punto de apagar la vela. Es un invierno glacial dentro del departamento. 

Madame Vadoma camina a la sala, toma unas cobijas de piel que adornan sus sillones. Pone en la espalda de la mamá de Sandy una cobija y ella se cubre con la otra. La energía es tan intensa alrededor de la vela que apaga la llama. 

-Querida, por favor detente. Nos vas a congelar.

Sandy escucha la voz de Madame Vadoma hablándole desde lejos. 

-Sandy, ¿querida? 

Sandy se tiene que concentrar en la voz de Madame Vadoma la cual se escucha como si le hablara a través de un vaso. De a poco Sandy regresa en sí, perdiendo la sensación de la energía saliendo por sus manos.  

-Lo mejor será que salgamos a tomar un poco de sol.

Madame Vadoma, Sandy y su mamá salen del departamento. El clima afuera sigue siendo el de un día soleado. Ellas están temblando de frío.

-Madame, ¿qué fue eso?

-La energía de su hija, es algo asombroso. Nunca antes me había encontrado con alguien como ella. Vamos, entremos.

Dentro del departamento la temperatura es cálida, como si nunca hubiera hecho frío.

-Hace un momento estaba helando aquí adentro. ¿O no?

-Así es señora, solo que ese frío no era normal. Como se habrá dado cuenta esa sensación provino de adentro de su hija, lo que sentimos fue provocado por ella.

La mamá de Sandra confundida por lo que Madame Vadoma le dice, no puede evitar sentir que algo está mal con la pequeña Sandy.

-Digame Madame, porque le pasa esto a mi hija. -Estando al borde de romper en llanto por la angustia.

-Tranquila señora, no tiene nada malo su hija. Es una niña especial, con habilidades espirituales avanzadas. 

-Usted puede decirme porque mi hija nació así.

-Venga, siéntese a la mesa, tome baraje. -Madame Vadoma le entrega a la mamá de Sandra un paquete de cartas, ella comienza a barajar. -Cuando termine, parta a la mitad y coloque las 6 cartas de arriba del mazo sobre la mesa.

La mamá de Sandra hace exactamente eso.

-Usted siempre ha tenido dudas sobre si los espíritus existen o no. Durante muchos años estuvo pidiendo una prueba de si existe algo después de la muerte. Escucharon su petición, su hija es la prueba.

-¿Eso quiere decir que Dios me envió a mi hija?

-Señora, lo espiritual es mucho más abundante de lo que la iglesia quiere que sepa. ¿Le gustaría conocer el alma de su hija?

-¡Claro!

Madame Vadoma entra a una recamara. Sale cargando un espejo grande con un marco de madera con acabados de oro y plata. Lo pone sobre la mesa frente a Sandy.

-Señora necesito que esté Sandra sola frente al espejo.

La mamá de Sandra se para de la mesa y se queda a un costado del espejo, donde aún puede ver el reflejo de su hija pero no el de ella.

-Vamos, Sandy. Pregunta lo que quieras. -Madame Vadoma comienza a recitar un cántico indistinguible.

-¿Qué pregunto?

Madame Vadoma desde atrás del espejo se pone el dedo índice en los labios para decirle a la mamá de Sandra que no le responda.

-¿Pregunto lo que sea? ¿Por qué no me contestan? ¿Ya no me van hablar? ¿Qué debo preguntar?

Sandy comienza a sentirse sola, triste, ignorada. Las lágrimas se van acumulando en sus ojos.

-¿Por qué? ¿Qué hice mal? 

Las lágrimas corren por sus mejillas, la pequeña Sandy no ve más al espejo. Madame Vadoma sigue con su cántico.

-¿Qué quieres? ¿Por qué me ignoras? ¿Qué debo hacer?

Sandy escucha una voz susurrarle al oído. -Tranquila, no te ignoro, aquí estoy.

Es una voz dulce, suave, que tranquiliza.

-¿Dónde estás?

-Vivo en ti, las dos somos una.

-¿Qué eres?

-Soy una reina.

-¿Y yo?

-Tú también eres una reina.

El reflejo del espejo comienza a vibrar, Madame Vadoma recita con más fuerza su cántico. 

-¿Siempre vas a estar conmigo?

-Siempre he estado aquí, incluso antes de que tuvieras memoria.

El reflejo comienza a cambiar, ya no se ve una dulce niña reflejada en el espejo. Ahora en su lugar hay una mujer muy delgada. Con una excelente pose. El mentón levantado y viendo con sus ojos claros a la niña frente a ella.

-Ahhhhhh, -es horror lo que siente la mamá de Sandra al ver lo que refleja el espejo.

Madame Vadoma cubre con una cobija el espejo y lo levanta de la mesa.

-No se asuste Señora, lo que vio en el espejo fue a su hija. 

-¡Pero había una mujer adulta!

-¿Gusta un té de tila?

-Ssssss sí. -Los nervios no le permiten hablar bien. 

Madame Vadoma entra a la cocina para hervir agua. Toma una taza blanca de la alacena para ponerla en la barra que separa la cocina del comedor. Mientras espera a que hierva el agua se acerca al librero del comedor y pone a tocar un tocadiscos que tiene en la repisa superior. 

Suena cello suite no 1 en el tocadiscos, toma la olla con agua hirviendo vertiendo en la tasa. Agita la tasa para calentarla antes de poner la bolsita con té adentro. Ya que esta la taza caliente pone el té y vierte el agua. Con una cuchara lo menea, saca la bolsita de té y la exprime con la cuchara contra la tasa. 

-Aquí tiene.

-Gracias Madame.

La mamá de Sandra toma el té y le da un sorbo. 

-¿Que se supone que deba hacer Madame?

-Nada señora, Sandy sigue siendo su hija. Con un alma muy vieja y posiblemente extraordinarios dones. Si me lo permite a mí me gustaría ayudarla a desarrollar sus habilidades especiales, de tal manera que no crezca teniendo miedo, sino con el completo control sobre sus acciones.  

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