—Bella, ¿qué te tiene tan nerviosa? Aún no estoy tan débil como para no puedo caminar. —Dijo Alberto con una sonrisa.
Bella recostó su cabeza en el brazo del abuelo y le dijo de manera mimosa: —Entonces, abuelo, tendré que apoyarme en usted porque no puedo caminar.
Alberto no pudo evitar preguntar: —Bella, ¿tienes algo que te preocupe? El abuelo siente que has cambiado mucho últimamente.
Bella no lo negó: —¿Y el abuelo cree que este cambio es bueno o malo?
Alberto le dio unas palmaditas cariñosas en el hombro: —Al abuelo no le importa que seas tan sensata y obediente, mientras seas feliz y vivas con más libertad, está bien.
Al oír esto, Bella se le humedecieron los ojos y se le enrojecieron.
El abuelo siempre la había consentido tanto, sin importar lo que hiciera mal.
—¿Por qué se te ha vuelto a llorar? ¿Qué te ha molestado? —preguntó Alberto.
Bella se limpió las lágrimas y sacudió la cabeza: —No es nada, solo me siento muy apenada con el abuelo, antes solo tenía ojos para Pedro y nunc