Deirdre se quedó de piedra. ¡Eso no era en absoluto lo que estaba pensando! Pero antes de que pudiera dar más explicaciones, un nuevo vendaval los azotó. Las ciudades costeras no eran ajenas a los vientos fuertes y helados. El trayecto era de solo 100 metros, pero a los 50 metros ya habían perdido la mitad de su calor corporal.
Su cuerpo se estremeció por sí solo. Brendan sintió que le recorría el brazo y la estrechó aún más contra su pecho. "Quedan unos 50 metros".
Se enfrentaron al clima. Tal y como había predicho la camarera, la lluvia era cada vez más intensa. Si hubieran preferido quedarse dentro del restaurante, no habrían podido salir.
El paraguas no consiguió mantenerlos a salvo de los elementos. Cuando llegaron al coche, Deirdre estaba mojada. Lo primero que hizo Brendan al entrar fue encender la calefacción antes de sacar una toalla del asiento trasero. Se la pasó y le dijo: "Límpiate".
Ella le dio las gracias por reflejo de cortesía y extendió la mano hacia los dedos del