Luke camina de forma pausada hacia nosotras y se sienta a mi lado. No sé cuánto tiempo llevará ahí ni cuánto habrá escuchado de la conversación. La niña estira sus brazos hacia él y este la carga, justo como el día que lo sorprendí cantándole una nana mientras ella lloraba.
– Tu hermana en estos momentos está delicada, podrás verla y estar con ella unas horas al día, pero aún hay que mantenerla en la otra sala. ¿Lo entiendes? – la forma de hablarle a la pequeña me ablanda el corazón. Cuando quiere, puede ser muy cariñoso.
- ¿Puedo quedarme a dormir con ella en esa otra sala? – pregunta la niña levantando su cabeza hacia él.
- No. Ella necesita descansar y otros cuidados.
- Pero es que no quiero estar sola. – susurra haciendo un puchero, sus ojos se llenan de lágrimas y me parte el alma verla así.
- ¿Te gustaría venir a casa de Luke unos días hasta que tu hermana se recupere? – intervengo yo sin pensar en lo que digo. Ambos me miran asombrado