Inspecciono la herida de Nikolai. Al parecer, la bala no ha penetrado profundo en su piel, pero la sangre que comienza a salir es alarmante.
- Baja la pistola, o te juro que disparo – volteo la cara para ver a Sarah caminando a paso lento hacia Mauri. Está usando la pistola que tenía el hombre que me golpeó y que ella derribó.
La estancia se ha llenado de policías vestidos con chalecos antibalas. Llevo mis manos a la herida de Nikolai oprimiendo fuerte, evitando la hemorragia y este suelta un grito desgarrador.
- Ambos bajen sus pistolas. No tienen escapatoria. – escucho como pide uno de los policías.
- No. – dice Sarah, las lágrimas resbalando por su mejilla. – Este hombre me ha destrozado la vida, creo que la cárcel no será castigo suficiente para él.
- Señorita, no se ponga en una situación más difícil. Míreme. – le pide el policía y esta lo hace sin dejar de apuntar a Mauri. – Confíe en mí. Le aseguro que pagará por todo lo que ha hecho,