Jennie Frost
¿Él… él acaba de besarme?
Retrocedí tambaleándome, tragando con fuerza.
Oh, diosa mía, mi corazón prácticamente quería salirse del pecho.
—¡Ni siquiera estaba tan amargo! —logré reunir el valor para decir.
Él bufó.
—Por supuesto que no. Ya lo había diluido con mi saliva.
Mi boca se abrió de golpe.
Jadeé, sintiendo cómo el estómago se me hacía un nudo.
Las rodillas me temblaron.
Jesucristo.
¿Qué me estaba haciendo?
—¡Pues mejor para mí! —respondí, tratando de sonar segura aunque mi voz me traicionó.
Rápidamente fui a sentarme y no me moví ni un milímetro. Ni una sola vez.
En algún momento debí haberme quedado dormida en el sofá, porque cada vez que despertaba, ya eran más de las seis.
Cuando por fin levanté la vista, él ya no estaba.
La oficina estaba en silencio — demasiado silencio.
Me puse de pie y me estiré.
—¡Uff! —me quejé—. Ay… me duelen los brazos y la espalda.
Unos segundos después, Luka llamó a la puerta y entró.
—Señora Vuk, vengo a llevarla a casa. El señor Vuk