Capítulo 11:

Chica mala, chica adorada. Eres mi chica dorada...

X

—Lucrecia —la detengo

—¿Qué? —indaga plantando besos húmedos por mi cuello

—No podemos hacer esto —tomo sus muñecas, la obligo a verme

Lo hace. Se detiene y me mira, el azul se ha oscurecido del deseo, reflejando la intensidad. Parece estar quemándose por dentro. Se suelta con cuidado del agarre y...

—¿Estás seguro...—se arrastra hacia atrás, quitándose la ropa— que no quieres...—lanza la ropa interior a un lado— probar esto, otra vez? —separa sus piernas, abriendo los pliegues de intimidad con una mano

Su pecho sube y baja con la respiración erratica. El empalme entre mis piernas se endurece de la nada observando esa vista. A esto me refiero cuando comparo el poder que tiene Lucrecia sobre mí y el de mi esposa. Éste demonio me prende de una manera intensa.

«Si somos unos locos, la deseo y ella a mí. ¿Para qué me detengo a pensar?».

Tomo uno de sus t
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