2 Mirad la Luna

Lo ocurrido con los lobos me hizo investigar más. A parte de volverme toda una experta en cannis lupus, encontré varias cosas que nos conectaban. Reika significa "el poder del lobo, el poder del hogar". Además nací el 24 de noviembre y eso hace que según el horóscopo celta (el de mis antepasados gallegos), mi signo zodiacal sea el lobo.

Soy consciente de que a mis 17 años debería haber superado está paranoia infantil, pero todo cuadra; los adjetivos salvaje, profundo, impredecible, estratega, poderoso, expresivo, controlador, apasionado, imaginativo, complicado, etc. Se ajustan perfectamente a mi carácter.

A pesar de todo esto, llevo un día a día bastante normal. De hecho, este sábado iré al cumpleaños de Bruno.

Había quedado con Iris y Lúa en la plaza, así que besé la mejilla de mi abuela (que ya estaba dormida) y salí despedida hacia el sitio. Mis amigas ya estaban allí cuando llegué. Lúa llevaba un  vestido suelto y un collar enorme con forma de media luna. Iris vestía una falda negra, una camiseta con rayas de colores y unas botas altas.

Yo había elegido unos vaqueros negros y unos tacones del mismo color, con una camiseta de Metallica.

—Ya hemos llamado un taxi.— murmuró Iris con la vista fijada en el teléfono.

—Mirad la luna, hoy está preciosa.— Lúa tenía razón, estaba llena y enorme.

El coche apareció y no tardó más de veinte minutos en llegar a la discoteca Sugar. No era ninguna maravilla, Bruno la había reservado y casi todo el instituto estaba allí, solo se cumplen 18 años una vez.

—Bienvenidas.— Bruno nos abrazó a las tres, olía tanto a alcohol y humo que me entraron arcadas.— ¿Qué vais a tomar?

—Un poco de aire.— rieron incómodos, pero lo decía en serio.

Salí a la puerta del local y me senté en el bordillo, con tan mala suerte que puse la mano sobre un trozo de cristal roto que había en el suelo. Gruñí de dolor.

—Espera.— una voz masculina en la sombra volcó una botella sobre un pañuelo de papel y después que quitar el cristal, lo presionó contra mi herida.— ¿Estás bien?

—Sí, solo es una herida pequeña.—me fijé en su cara, su piel era más bien tostada, sus ojos marrones y profundos, el pelo castaño ondulado, y bajo su sonrisa había una pequeña cicatriz.

—No lo digo por eso.— se sentó junto a mí.—La primera vez puede ser dura, incluso duele.

—Vete a la m****a.— reconocí sus intenciones y volví a la fiesta. No volví a ver a ese chico en toda la noche.

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