Sus palabras crearon una atmósfera bastante incómoda. Yo simplemente sonreí ligeramente, observando la expresión perpleja y nerviosa de Felicia.
Probablemente el monto la asustó, y si se dividía equitativamente, le dolería en el bolsillo. Por eso se vio obligada a hablar.
—Señorita, esta es la factura, ¡puede verificarla!
El camarero entendió la señal de Felicia y le entregó la factura con ambas manos.
Felicia, como si temiera ensuciarse las manos, exclamó rápidamente: —¡No me la des a mí! ¡Que la señorita Lara lo vea!
El camarero se volvió hacia mí y me entregó la factura. Yo le dije con indiferencia: —No es necesario. ¿Ya está pagada?
—Sí, señorita Lara, el señor Alvarez ya la ha pagado —dijo el camarero respetuosamente.
Felicia reaccionó de inmediato, suspirando de alivio, y mirando al camarero preguntó: —¿Ya se pagó? ¿Quién... quién pagó?
—Fue el señor Alvarez quien pagó personalmente la cuenta —dijo el camarero con calma, repitiendo la información.
Ivanna miró a Felicia y comentó: