Cada movimiento en el puente tenía a todos nosotros bajo el puente con el corazón en la mano. La cara de Marcos estaba tan oscura que era inaceptable, sostenía su puño con fuerza. Y los policías que usaban las puertas de los coches como escudos a mi lado estaban todos preparados, con miradas furiosas, esperando el momento adecuado.
A pesar de que todos nosotros estábamos ansiosos, la situación en ese momento nos dejaba impotentes.
Vi a Patricio dar dos pasos hacia adelante nuevamente y al siguiente segundo escuché al hombre gritar fuertemente, —¡Detente! Tú... no quieres...
Sus palabras aparecían y desaparecían, parecía que Patricio estaba tratando con todas sus fuerzas de persuadirlo. Tenía una corazonada de que Patricio conocía al hombre frente a él.
Dulcita en las manos del hombre seguía llorando desesperadamente, como si estuviera a punto de quedarse sin aliento. Me dolía el corazón, pero sabía que nadie se atrevería a hacer un movimiento imprudente, por temor a enfurecer al hombre