Mi comentario podría no parecer especial, pero sabía que Máximo entendería lo que quería decir.
Me miró con una expresión indiferente y dijo: —Destino, sí. Desde pequeña, se acostumbró a ser fuerte como los chicos. Nunca la mimé. Después de todo, ella estaba destinada a tomar las riendas del negocio de la familia Nieves.
Máximo levantó la vista hacia el gran árbol de higuera en el patio, con una mirada perdida y resignada.
Quizás, en ese momento, realmente me consideraba parte de su familia.
—Siempre supe que enfrentaría peligros. Desde los quince años empezó a involucrarse en el negocio conmigo. Ha enfrentado varios peligros, pero nunca se ha echado atrás, y con cada experiencia se ha hecho más y más fuerte.
Involuntariamente, recordé la primera vez que vi a Valeria, entrando en mi vista junto a Raúl, con una presencia intimidante, incluso su mirada era fría y despiadada.
Sin embargo, también tuve la oportunidad de ver su lado inocente y encantador.
—El negocio familiar de los Nieves