Mi seguridad parecía haberla tomado por sorpresa.
Tal vez pensó que era arrogante, pero no tenía intención de retractarme de esa confianza.
Continué: —Así es como funciona el destino. Por ejemplo, Lucía, aunque se operó para parecerse a mí, sigue siendo Lucía, no yo.
—¿Lucía se operó para parecerse a ti?—Susana preguntó con un tono ligeramente escéptico.
—Deberías conocer mejor a Lucía que yo— le respondí con una sonrisa—, Lucía y tú sois rivales directas. ¿No la conoces bien?
—¿Es eso difícil de entender?— agregué.
Susana parecía un poco incómoda y me dijo: —Señorita Lara, envidio tu confianza.
Le sonreí: —No se trata de confianza. La trágica conclusión de la vida de una persona suele ser autoinfligida. Lucía es un ejemplo de esto.
—Una vez vino a hablar conmigo. Le di consejos claros, pero desafortunadamente...— me encogí de hombros.
Inteligente como era, seguramente entendía a qué me refería.
En medio de nuestra conversación, Patricio entró en mi oficina con una presencia imponente.