Bebí hasta la última gota de leche, sintiendo que mi estómago se contraía.
- Saca las tortitas de aquí, Min-ji ... Por favor. preguntó Calissa.
Min-ji tomó la bandeja y me miró. Entonces le preguntó a mi madre:
- Señora... ¿Hasta cuándo durará su furia?
- Hasta hoy – aseguró Calissa, mientras me acostaba – O lo detiene o me voy de esta casa, junto con mis hijas.
La miré, confundido, sin decir nada, aún sintiendo el escozor, aunque más débil.
- Sí, fue tu padre quien lo hizo. Juro que traté de entenderlo en todos los sentidos, pero ahora se pasó de la raya.
- ¿Cómo... podría?
- Está borracho ... Pero eso no justifica su despreciable acto.
- ¿Quieres... que haga tortitas nuevas, cariño? preguntó Min.
- No gracias. No quiero nada más... Ni siquiera sé si podré volver a comer en esta casa.
- Te juro que esto nunca volverá a suceder. - aseguró Calissa.
- Buenas noches, Sabrina. Si necesitas algo, solo llámame. Estaré despierto... hasta que me asegure de que estés dormido. - Dijo Min-ji , s