Cap. 64: No existen pruebas.

María Elena estaba sentada en una pequeña sala de interrogatorios de la delegación, con los brazos cruzados y la expresión serena, aunque su interior estaba lleno de indignación. Sabía perfectamente cómo debía manejar la situación: no hablaría ni respondería preguntas sin la presencia de su abogado. Sin embargo, cuando la puerta se abrió y Elliot Grant entró, su postura cambió ligeramente.

El fiscal caminó hacia ella con una expresión que mezclaba profesionalismo y una pizca de interés personal. Vestía un traje impecable, y sus movimientos denotaban confianza. Colocó un expediente sobre la mesa y se sentó frente a ella, cruzando las manos sobre el escritorio.

—María Elena —dijo, en un tono más informal de lo que esperaba—. Sé que estás acostumbrada a este ambiente, pero no quiero que pienses que estoy aquí para intimidarte. Quiero que hablemos como… amigos.

Ella levantó una ceja, claramente escéptica.

—¿Amigos? —repitió con frialdad—. Elliot, tú y yo sabemos que esto no es una charla
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