El espacio interior del helicóptero era limitado, y Cira se encogía en el asiento, temblando de frío y estornudando constantemente.
Gerardo le pidió a Sandra que trajera una manta y la envolvió alrededor de Cira, diciendo: —Aquí no hay ropa para cambiarse, aguanta un poco más, ya casi llegamos.
Cira levantó la cabeza, su rostro lavado por la lluvia era pálido, limpio y sin defectos.
—¿Vamos a irnos así? ¿No vas a rescatar a tu subordinado?
Gerardo apartó su cabello hacia atrás y susurró: —Morgan no va a matarlo, mi padre también intervendrá, e Iván puede escapar por sí mismo.
Cira apretó la manta alrededor de ella, congelada hasta los huesos. Miró por la ventana mientras caía la noche, Sherón estaba oscuro y no se podía ver nada.
Ella pensó que cuando Gerardo mencionó «casi llegamos», se refería a algún edificio, pero resultó ser un muelle. Se trasladaron de un helicóptero a un yate privado.
La fuerte lluvia agitaba el mar, las olas golpeaban la orilla una y otra vez. El yate, atracado