Soy consiente de ello.

—¡Señor, si me sueltas, me puedo defender! Diego no mostró ni una pizca de miedo, y se cree capaz de desafiar al gran Ricardo.

No te soltaré, me dirás aquí, en mi cara, el porqué estás jugando de hombre. ¿Qué harías si el que tocó la puerta fuera, Stanley? La primera en irse de este mundo sería mi hija. Ella ni siquiera preguntó: ¿quién carajos era el que llamaba a la puerta y simplemente abrió como si nada?

De pronto la mirada de Ricardo se posó en su hija. Esta le agachó la mirada y contestó. —¡Lo siento mucho, padre, cometí un error! ¡Lo reconozco, pero suelta a Diego, él nos quiere proteger!

¿Proteger? ¿Y cómo rayos lo harás? Ni siquiera tienen cámaras en la entrada, lo he seguido y no ha tomado ninguna precaución.

—¡Señor Ricardo, por favor, cálmate! Como ya sabes, Catalina y yo tenemos una familia que se complementa de cuatro miembros. Es mi deber velar por ellos; si tuve las agallas para hacerlos, también es mi deber protegerlos. Contestó Diego con calma.

—Ajá, crear un hijo e
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