Capítulo 1

4 días antes de la conquista…

Hadassa…

El comienzo…

—Pareces distraído… —dije en tono bajo colocándome al lado de mi padre, que estaba viendo hacia el horizonte con las manos puestas en el muro.

Tenía días así, lo había detallado durante las comidas, y su silencio en esta instancia, me estaba preocupando ya.

—No puedo ocultar nada a la persona más minuciosa que conozco.

Sonreí, y luego obtuve una línea un poco más curva de su boca.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué hay presión en tus hombros? —él negó despegándose del muro, y luego se detuvo delante de mí tomando mis brazos.

—Cuánto hubiese deseado que en lugar de tu hermano Caleb, tú ocuparas su posición en el trono.

Mis ojos se abrieron un poco sorprendida, aunque ya estaba acostumbrada a sus constantes elogios a mi persona, para esta hora y ante su semblante, mi preocupación aumentó.

—Padre… Caleb es un guerrero formidable, inteligente y…

—Ambicioso… —Torcí un poco mi boca ante la interrupción.

Caleb siempre fue así, para él era como un reto siempre tener más de lo que llevaba en sus manos, pero no dudaba de su espíritu bueno, y, sobre todo, sabiendo que tenía unas bases como las nuestras.

Adaia mi madre, y Uriel mi padre, eran los reyes más destacados en los imperios que nos rodeaban, y aunque éramos uno de los reinos más pequeños, Radin se destacaba por su generosidad, su paz, y sobre todo, porque siempre había una bandera blanca en medio de todos los conflictos.

La sabiduría de mi padre era realmente un tesoro que muchos apreciaban.

“Nuestro Dios, es un Dios de misericordia”, era el lema de nuestro padre, y que, de alguna manera sobrenatural, este ser supremo siempre nos respaldaba en todas las cosas.

Así que tanto mi hermano como yo, teníamos los mejores padres, que cualquier persona hubiese podido concebir.

—Es joven… dale tiempo —mi padre dio una risa cínica ante mi defensa.

—Eres mucho más joven que él… apenas tienes 19, y le llevas mil años de madurez a Caleb.

—¿Es eso lo que te preocupa…? ¿Qué asuma el trono con este pensamiento?

Mi padre dio un suspiro largo.

—Hadassa… mi querida niña. Tu inocencia en muchas cosas no te deja ver los puntos negros de las situaciones… Solo sé que una persona que no teme al verdadero Dios que nos dio la vida, puede ser capaz de cualquier cosa, y nada puede frenarlo en sus ideas…

Tomé rápidamente las manos de mi padre y las besé al ver su rostro preocupado.

—Estaré al lado de Caleb padre, prometo que seré su conciencia.

Su sonrisa radiante hizo que los latidos de mi corazón disminuyeran, y que, de cierta forma, mi cuerpo se calentara un poco.

—Sé que sí, mi princesa… y solo espero que Radin cuente con tu vida por largos años…

Uriel me invadió en un abrazo profundo, y solo pude cerrar mis ojos aspirando su particular aroma, que me hacía sentir en casa y segura. Entonces de un momento a otro nos giramos al horizonte, mientras volví a escuchar la respiración de mi padre, que miraba el cielo con aprensión.

—Que nuestro Dios bendiga a Radin… y que este cielo azul, resplandezca sobre esta nación todos los días…

—Que así sea —respondí rodeando su cintura para continuar con este extraño silencio que estaba gobernando esta mañana.

*

—Princesa, Hadassa… la cena está lista… —asentí con la cabeza y dejé el pergamino encima de la mesa, y el cincel en su vaso de tinta cuando una mujer vino a avisar.

Me gustaba escribir frases, sobre todo relacionadas con el libro sagrado que mi padre solía leernos.

Sacudí mi vestido, abrí la puerta y me dirigí al comedor principal, donde sabía estaba esperando mi familia para iniciar nuestra cena, como de costumbre.

Pero en cuanto llegué, había un silencio extraño.

Mi padre se giró junto con Caleb, si no estaba equivocada, podría jurar que estaban en una discusión, pero debido a mi llegada imagino que esta dio por terminada.

Mi madre me envió una sonrisa cálida, y luego Uriel y Caleb se levantaron dándome un asentimiento de bienvenida.

Fue mi hermano el que le quitó el deber a un sirviente, y retiró la silla para ofrecérmela con una sonrisa.

—La paz sea con ustedes… —saludé recibiendo el asentimiento de sus cabezas, y al instante, mi padre ordenó que la comida fuese servida.

—Recibiremos una visita en dos días… el rey Joab quiere hacer un intercambio con nuestra madera —comenzó Uriel después de dar las gracias.

—Eso es maravilloso… ¿Qué obtendremos a cambio? —mi madre y hermano soltaron una risa por mi comentario y no me quedó más que lazar los hombros.

—Mi hermana sí que sabe negociar… —Caleb intervino, pero me pareció ver que mi padre no estaba muy contento en esta noche.

—Te aconsejo que la mantengas en tu mano derecha cuando llegues al trono —intervino mi madre posando su mano en mi hermano, y este asintió gustoso.

—No lo tengas en duda…

A continuación, iba a hacer una broma para continuar con la conversación amena, pero el estruendo que resonó fue tal, que hizo que todo el comedor vibrara, y una especie de escalofrío tenebroso nos invadiera a todos.

—¿Qué está pasando? —pregunté con la respiración entrecortada en dirección a mi hermano, que solo tomó mi mano con fuerza.

—¡Señor! Hay soldados de Babel por todos lados… Parece que… vienen a invadirnos… —un guarda abrió puertas sin aviso y la agitación que visualizamos en su pecho, nos inyectó la sangre de pánico.

—¿Qué? —la pregunta de mi padre fue ahogada, y mi pecho comenzó a hundirse trágicamente cuando las lágrimas de mi madre se escurrieron sin ningún control—. Caleb… —él se giró agitado—. Llévate a tu madre y Hadassa… Pronto…

—No… papá… voy contigo… ¡No…! —mi oración no terminó, porque los fuertes gritos solo hicieron que nos quedáramos enmudecidos y otro guardia procediera a interrumpir de nuevo.

—¡No tenemos tiempo señor!, ¡esto se trata de una invasión…! ¡Nos han atacado y la fuerza del ejército de Babel… supera las nuestras por cantidades…!

La mirada de mi padre se conectó con la mía por muy pocos segundos, pero pude ver la desesperación, y por primera vez, el miedo en él.

—¡Huye con Hadassa! —un grito en forma de orden hizo que Caleb se girara y me tirara del brazo, para comenzar a correr sin siquiera pensar en mis padres.

Sin embargo, yo no podía irme así.

Tomé toda la fuerza en medio de la agitación, y solté la mano de Caleb para ir a lanzarme encima de mis padres, que de forma extraña se abrazaron sin siquiera intentar dar un paso fuera del palacio.

Ellos se estaban rindiendo a lo inminente.

—¡No! Podemos irnos todos papá… no me dejes… madre, ¡por favor! —los sollozos de Adaia estremecieron mi cuerpo cuando me separó de ella para acariciar mi cabeza.

—No hay otra opción hija… esta gente nunca se detendrá…

Giré con el pánico en mi cuerpo hacia mi padre, y lo vi pasar un trago, tratando de parecer tranquilo y fuerte frente a mí.

—Estoy seguro de que… nos uniremos de nuevo… estaremos juntos en esta vida, o en la otra… nunca pierdas la esperanza… tú, Hadassa, eres el tesoro más preciado que nuestro Dios pudo darme…

—Papá…

—Ahora ve… tu padre te está dando una orden…

Estaba dispuesta a negarme de nuevo, cuando sentí que mi cuerpo fue atajado por Caleb junto a un grito de otro hombre que retumbó mi cabeza.

—¡Han entrado al palacio!

Mi padre enredó los dedos en la mano de mi madre, y se paró firme en la puerta mientras ella abrazó su cintura.

Esta fue mi última visión de ellos, porque Caleb solo corría tomando mi brazo, mientras las lágrimas no cesaban sobre mis mejillas.

No pasaron más de cinco minutos, cuando los gritos se hicieron más fuertes durante nuestra huida, los sonidos de espada, el llanto de dolor, y las quejas…

—Por aquí… —Caleb nos metió por una especie de pasadizo de piedra que estaba en lo más debajo del castillo, y cuando se cercioró de cerrar después de entrar, me pegué a un muro para tomar el aire mientras podía divisar su rostro pálido y sin fuerzas.

—¿Por qué están haciendo esto? ¿Y quiénes son ellos?

—Es Rashad… el rey de los babilonios… él… quiso apoderarse de los reinos pequeños… —informó mi hermano tratando de recuperar el aire.

—Mi padre era su aliado… no había ningún problema en sus relaciones… —respondí agitada, sin desconocer los asuntos de mi padre.

Sin embargo, Caleb negó.

—Nunca se sabe con esta gente… ¿Qué podemos esperar de un hombre malvado como él, Hadassa? ¡Es el mismo demonio!

Un sollozo salió de mi boca prontamente.

—¿Crees…? ¿Crees que le harán algo a mis padres?

Él no dijo nada, pero su expresión me lo confirmó todo.

—Sigamos… debemos tratar de salir del palacio y caminar…

—¿Hasta dónde?

—¡No lo sé! —su voz fue estrangulada, parecía muy frustrado, pero sabía que estaba en una condición de incertidumbre. Así que me acerqué tanto como pude, y tomé su rostro en mis manos.

—Haré lo que me digas…

Mi hermano asintió lento como forma de agradecimiento y luego tomó una aspiración fuerte.

—Gracias… ahora vamos, yo… creo tener un plan…

Asentí rápidamente limpiando mi rostro, y sin decir o preguntar alguna otra cosa, comencé a seguir a Caleb mientras pasábamos esta especie de cueva.

En algún punto del final de ese túnel de piedra, mi hermano se esforzó en un gran ramillete de enredaderas, que parecían tan gruesas como una soga, pero gracias a su espada, nos tomó menos tiempo en salir.

Y aquí vino de nuevo ese sonido espeluznante.

Mis labios vibraron. Parecía que Radin se unía en un lamento constante y sin ningún fin, y eso de cierta forma hizo que mi estomago se revolcara.

Ajusté la capa de mi vestido sobre mi cabeza, y corrí solo tomada de la mano de mi hermano. Su trote era demasiado rápido, pero la adrenalina que estaba en mis venas era la que me estaba ayudando a seguir su paso.

Hasta que, en solo segundos, me estrellé con su cuerpo cuando llegamos a un gran muro que intervino en nuestro destino.

Podía escuchar mi propia agitación, y mi hermano solo alzó su rostro hacia arriba y asintió.

—Subiré primero… —dijo sin dejar que respondiera nada, y solo me quedé viendo cómo de forma hábil, escalaba las piedras una a una.

En cuanto llegó a la cima del muro, se recostó sobre el suelo alto y extendió sus manos hacia mí.

—Sube…

Por más de que me pusiera de puntillas, necesitaba escalaran unas cuantas piedras para llegar a sus brazos, pero en cuanto mi cabeza se alzó a su dirección, el tono de sus ojos se oscureció por completo.

Caleb no estaba mirándome, él parecía absortó en algo… o alguien.

No pude evitar girar apresuradamente, y allí supe por qué el temor había invadido el rostro de mi hermano.

Un grupo de al menos diez hombres ensangrentados y espeluznantes, venían a toda velocidad hacia mi lugar. Sabía que no tenía oportunidad, como también sabía que, si mi hermano se quedaba, estaría perdido como yo.

Intenté que mi cara no temblara, y como pude, me giré de nuevo en su dirección.

—Vete… —mi voz fue quebrada.

Inmediatamente lo vi negar, pero antes de que objetara cualquier cosa, proseguí:

—Nos veremos en ese lugar que mi padre prometió, Caleb… nadie puede robar nuestra esperanza —sonreí hacia él mientras mis lágrimas bajaron sin poder contenerlas.

Pude notar la rojez de sus ojos, y antes de verlo quedarse, me giré hacia los hombres, y caminé directo hacia mi fin…

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo