HOLLY
Tengo la costumbre de despertarme tan pronto amanece.
Me levanté de la cama, desnuda, a mi lado estaba Adam dormido profundamente, con un brazo sobre el rostro, revisé mi celular, seis con treinta.
¡Mierda!
Me bajé de la cama despacio, busqué mi vestido y me lo coloqué, tomé el saco de Adam y salí de la habitación a hurtadillas.
Bajé rápidamente, tomé mis zapatillas y las llaves del auto de Adam, salí de la casa, tomé, subí al auto y me fui directo a mi casa, lo siento Adam, pero mis hijos están por despertar.
Anoche dormimos pasada la madrugada, hablando como nunca.
Después de una intensa sesión en aquella ducha mágica, procedimos a conocer y repasar cada rincón de aquella habitación hasta llegar a la cama.
Adam me contó sobre su vida en Atenas, yo le conté mis años en Guadalajara, me contó sobre sus mascotas y el cómo terminó de criar a sus hermanos, a lo cual lo culpé porque por él eran así. Le conté que nunca recibí una propuesta de salida de algún chico, por alguna extraña