REY DEL CAOS
REY DEL CAOS
Por: Ysaris
Prólogo

Metí mis cuadernos, los lápices, y todo lo que necesitaba para iniciar mi primer día del último año de la escuela antes de poder ir a la universidad, no era como si hoy fuera el primer día de clases, de hecho había faltado las primeras dos semanas por seguir enferma, ahora probablemente sufriría porque tenía que ponerme al día con todas las materias. 

—¡Apresúrate Darcey o llegarás tarde!  —la voz de mi mamá desde la sala me hizo cerrar el bolso y bajar rápidamente las escaleras, ella estaba más ansiosa que yo por llevarme a la escuela, probablemente porque después de pasar todo el verano enferma en la casa de mi papá y sin poder salir de vacaciones como toda adolescente normal de 16 años, ahora saldría, pero a la escuela. Asco de vida.

Mi madre me miró de arriba abajo sobre la montura de sus lentes oscuros cuando iba a la mitad de la escalera y noté como su ceño se frunció en desaprobación.

—¿Y tus pantalones? —su ceja se alzó de forma burlona, miré hacia abajo, mis piernas estaban  desnudas, solo tenía puestas mis bragas blancas de animalitos.

¿En serio se me olvidó ponerme los pantalones...? 

     Giré los ojos subiendo nuevamente las escaleras a ponerme mis malditos blue jeans antes de bajar otra vez, mi madre me sonrió y por fin pudimos salir de la casa. El sol de la mañana se sentía muy bien contra mi piel, el viento estaba tan frío que me hizo estremecerme cuando nos dirigimos al auto de mi mamá, mis ojos por inercia se dirigieron a la casa del frente y fruncí débilmente el ceño al notar que habían quitado el cartel de «se vende» y había una deslumbrante camioneta color cobre estacionada enfrente.

—¿Vendieron la casa? —le pregunté a mi madre luego de montarme en el asiento, mi madre arregló su cabello en el espejo retrovisor como tenía por costumbre e hizo esa mueca extraña donde fruncía los labios juguetonamente antes de encender el auto, ella era diseñadora de modas tenía varias tiendas en la ciudad y otras fuera de la ciudad, era una jefa muy estricta y todos le tenían miedo, pero en casa se quitaba la careta y era solo una mujer vulnerable que lloraba porque uno de sus novios —de diez o veinte años menor que ella— se aburriera de los lujos que mi madre le ofrecía y simplemente la dejaban, siempre había sido así, mi madre solo buscaba el amor de una pareja desde que se divorció de mi papá.

—Sí, se mudaron en vacaciones —dijo—, son la familia Brete, parecen buenas personas.

Brete.

Supongo que cuando llegué de la casa de mi papá hacía dos semanas atrás estaba tan drogada por los medicamentos que ni siquiera me había dado cuenta de los nuevos vecinos.

—¿Trajiste tu uniforme de ballet? —Continuó mi madre, afirmé con la cabeza como única respuesta—, ahora que estás más delgada tus movimientos lucirán increíble en el escenario.

Afirmé nuevamente con la cabeza de manera automática a pesar de que solo quería girar los ojos, mi madre me había inscrito desde los 5 años a la escuela de ballet clásico, cuando cumplí los 14 ya había visto y participado en todos los bailes, pero mi peso era un impedimento para que pudiera hacer un solo en alguna pieza porque "no me veía suficientemente bien" o "esa barriga no puedes meterla ni aguantando la respiración", era peor porque las demás chicas eran esbeltas, bonitas y no dejaran de burlarse de mí, no es que fuera obesa, pero no era como ellas; unas tablas que casi se llevaba el viento, así que lo dejé y luego de tanta insistencia de mi madre me uní al equipo de danza clásica de la escuela como crédito extra; pero las chicas seguían siendo igual de crueles a pesar de que yo era mucho mejor en los bailes por mi elasticidad y experiencia, pero nunca logré encajar.

Pero luego del raro virus que atacó mi estómago, el vómito, la fiebre y falta de apetito me hicieron perder casi 10 kilos este verano, definitivamente todo un cambio, mi madre se alegró de botarme toda la ropa oscura que me gustaba usar que ya no me quedaba y la reemplazó por ropa más ajustada y de colores pasteles, lo admitía, también me gustó la nueva ropa, era más bonita.

Me bajé del auto y entré al instituto sintiendo atraer la mirada de algunas personas a medida que caminaba por el pasillo, me sentía un poco intimidada, nunca había llamado tanto la atención en los años anteriores probablemente por mi ropa oscura y holgada, y mi timidez para socializar con los demás, siempre creí que ellos se burlarían de mí como hicieron las niñas de mi clases de ballet casi toda mi vida,  siempre intenté ser una más del montón, ni siquiera mis notas eran tan resaltantes, solo en literatura donde lo único que hacíamos era leer y dar resúmenes de esos libros, siempre me gustó la lectura.

    Entré al salón justo detrás del profesor Níveo y Ana me hizo una seña con su mano para que tomara asiento a su lado, inevitablemente sonreí, ella era mi mejor amiga al igual que Cloe y Guillermo, los saludé con un gesto de la mano antes de que el profesor comenzara a dar la clase, supongo que este año sería igual de aburridos como los anteriores.

O eso creí hasta que entró él.

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