Ezequiel era el hombre más increíble del mundo entero, era demasiado caballeroso y atento.
Me acompaño hasta casa de nuevo, cuando estaba con él en la puerta para despedirme, podía escuchar los murmureos de Sara y Kenya del otro lado de la puerta; además, se veían las sombras.
-¿Quieres pasar?- le guiñe el ojo y le di un beso en el cuello- sígueme la corriente- le susurre.
-¿No están tus compañeras?- me contesto de igual manera, continuando con la broma.
-No les va a molestar.
-¿Qué no nos molesta?- susurro Sara- escucharemos todo.
-Cállate, no hables tan fuerte- susurro Kenya.
-¿Debemos comprar algo?- le pregunte mordiendo el labio tratando de aguantar la risa.
-No, así está mejor, es más, podremos experimentar.