RECONQUISTANDO MI PRIMER AMOR
RECONQUISTANDO MI PRIMER AMOR
Por: Maria Pulido
CAPÍTULO 1

Amelia.

—¿Crees que sea posible?

Ares me observó con una sonrisa, esa misma que me había enamorado locamente de él, a pesar de que teníamos solo meses de estar viéndonos.

—Todo es posible, si lo quieres…

—Bueno, mírate tú… estás por ingresar a las fuerzas armadas… pese a… —me frené de golpe, y su rostro se puso serio.

—Dilo… pese a mi condición económica…

—No quise decirlo así…

—No importa baby… ¿Crees que eso me ofende? Para nada… voy a ser el mejor militar… incluso iré más allá… llegaré a lo más alto…

Sonreí.

—¿Serás capitán algún día? ¿Incluso un general de la fuerza armada? ¿Me salvarás de mi propia familia?

—Seré algo de lo que puedas estar orgullosa… en mis brazos siempre estarás segura —sus dedos delinearon mi mandíbula y me sonrojé.

—Por favor… no me dejes… —Ares frunció el ceño y se acercó.

—Nunca… no si no sueltas mi mano… esperaremos un año más… cuando ya esté formal en la escuela… te raptaré y te llevaré al fin del mundo…

 —Eso espero… porque yo iría a ese fin del mundo por ti, Ares —él me sonrió y luego besó mi boca.

Ares tenía 27 años, pero parecía mucho mayor. A lo largo de su vida literalmente había arañado su existencia a la supervivencia, y a lo que más amaba… Ser militar.

—Y yo destruiría el mundo por ti baby… —lo abracé con fuerza, y luego escuché mi celular.

Papá estaba en la pantalla y miré a Ares para que él asintiera.

—Vamos, debes irte…

Y negué.

—No quiero irme todavía… llévame al fin del mundo ahora… por favor…

Él tomó una aspiración corta, y luego encendió su motocicleta.

—Iremos a un lugar…

Sonreí cuando lo mencionó. Era nuestro lugar de encuentro preferido. Ares apenas había hecho unos años de servicio militar, y ahora en unos meses se iba en definitiva a estudiar por completo la carrera.

Estábamos en la mira del cielo oscuro de su batallón, y al que yo solía escaparme después de algunas clases de la universidad.

Esta noche nos besamos como nunca, era como si no quería salir de este día, y fue él que se detuvo en medio de la agitación.

—No baby… no será así… —su respiración era entrecortada, pero no quería quitar esta magia.

—Por favor… quiero ser tuya… …—sus ojos me miraron intensidad y luego sus dedos restregaron mis labios.

—No puedes tomar esto a la ligera, se trata de tu pureza…

—Quiero que sea tuya, Ares, ¿no lo has entendido? Quiero ser tuya… me entrego a ti porque te amo… por favor…

Ares me miró con mucha intensidad, y luego tomó mi boca en sus dedos.

—También te amo, Amelí… lo hago con fuerzas…

No sé cómo explicar que se sintió estar con el hombre que amaba, no sé cómo explicar cómo era entregarse no solo en cuerpo, sino el alma y todo de ti en un acto sublime… además, Ares hizo todo mágico, así que sentí que me había unido a él de por vida.

Nos despedimos con un beso único y una promesa en el corazón, y luego, él tomó mis mejillas.

—¿Nos veremos mañana… antes de que te vayas?

—Por supuesto… no puedo irme sin despedirme de ti… de igual forma, sabes que no es una despedida, ¿cierto?

—Lo sé… Te amo, Ares…

—Y yo te amo a ti, Amelí… —estaba girándome cuando él me detuvo—. Te estaré esperando…

Sonreí ante su forma de llamarme, y luego lo besé con fuerza.

En una hora y media llegué a mi casa sin ningún altercado, me quedé dormida con una sonrisa en la boca, y al siguiente día, me levanté tratando de adaptarme al dolor entre mis piernas.

Me fui a la habitación de algunos de mis hermanos para molestarlos, pero ninguno de ellos estaba allí, y cuando bajé a la sala amplia de mi casa, parecía que alguien había muerto.

Mamá tenía el maquillaje corrido, y mi padre estaba con la cabeza baja. Incluso podía ver que tenía la misma ropa de anoche.

Al mismo tiempo, mis hermanos tenían una cara de preocupación.

—¿Qué ocurre? —me atreví a preguntar mientras mamá sollozó.

—Tenemos un gran problema… —los miré a todos y me abracé a mi misma.

—¿De qué se trata?

—Tu padre se involucró con gente peligrosa… ayer perdió la casa, nuestra fortuna en el juego… y… aun así está debiendo…

Mis ojos se abrieron mirando a mis hermanos.

—Tenemos mucho dinero… —pero mamá negó.

—Tu padre debe todo… Amelia… todo en lo absoluto… —mis hombros se agacharon, y luego fui a donde mi padre tomándole de las manos.

—No pasa nada, papá… venderemos la casa, las propiedades… buscaremos la forma… el banco puede… —obtuve la mirada roja de mi padre que me hizo callarme enseguida, como si no hubiese dormido en toda la noche, pero la angustia en sus ojos era preocupante.

—Mi chica valiente… lo siento mucho…

—¿Qué? —mi pregunta salió como un susurro.

—Tu padre aceptó un trato, Amelia… —me giré hacia mi madre esta vez.

—¿Qué trato?

—Los Rausing van a ayudar a tu padre, a todos nosotros…

Mi ceño se frunció. Si había algo de ellos que no me gustaba, ese era Edric Rausing, con el cual me había topado algunas veces en el club donde muchas veces nos reuníamos en familia.

—¿Por qué nos ayudarían? —mamá bajó la mirada y mi padre se levantó besándome las manos.

—Te… te he prometido a Edric Rausing, Amelia… ustedes se casarán en poco tiempo… solo de esta forma, solo así podemos…

Mis pies fueron hacia atrás. Apenas iba a cumplir veinte años… ¿Cómo era posible?

—Yo… ¿Cómo puedes decirme algo así? Edric Rausing es el demonio…

Papá soltó unos sollozos tapando su boca, mientras toda mi familia me miró, como si yo fuese la peor persona de todos al negarme.

—Amelia… esto no se trata solo de dinero, sino de personas peligrosas… la vida de tu padre está en juego… la de todos nosotros, incluso la tuya…

Mi boca tembló mucho, y solo negué como si me dijera a mí misma, que esto no iba a suceder, pero estaba muy lejos de ello…

Me obligaron a casarme a mis veinte años con el heredero de los Rausing, un hombre que me llevaba diez años de diferencia, que tenía influencias políticas muy grandes, y enormes negocios oscuros.

Eso todo el mundo lo sabía, pero nadie hablaba de ello.

Mi padre era adicto al juego de apuestas, tuvo amistades que no le ayudaron a lo largo de su trayectoria empresarial, lo que lo llevaron al declive, y por supuesto a nuestra propia desgracia.

Mi familia, que había amasado una enorme fortuna, estaba en la quiebra, así que no había mucho que explicar, yo era el sacrificio hecho persona, y en un momento me encontré caminando al altar, uniéndome a un acuerdo familiar importantísimo, mientras aquel hombre desconocido y algo desquiciante, me esperaba con un rostro sombrío.

No me presenté aquel día para despedir a Ares, el amor de mi vida, fui toda una cobarde cuando le envié una carta diciéndole que él no estaba a mi altura, y que me había dado cuenta de que, merecía algo más…

Tal vez me quemó la existencia escribir esa carta, pero era la única forma de que él no me buscara y se olvidara de mí.

Se me olvidó por cuantas horas y noches lloré, y me aborrecí a mí misma por no haber escapado de esta tragedia, pero un mes después, cuando Edric Rausing alzó el velo de mi vestido y selló sus labios fríos con los míos, supe que estaba condenada de por vida, y para siempre…

Y era lo que merecía…

Y más cuando ese día por la noche, en la celebración de la boda, estaba helada, titilando en el baño, mirando una tira de embarazo, que decía: “POSITIVO”

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