Luciano

Camila se detuvo justo en la puerta del apartamento de Adrián; tomó una bocanada de aire antes de abrirla. Atravesó el umbral y Don Quijote le dio la bienvenida tan efusivamente como estaba acostumbrado. Ella se agachó y acarició su cabeza, pues con el paso del tiempo se había hecho su amiga y ya no le tenía miedo ni asco. Sin embargo, le tenía prohibido subirse a la cama y lamerme la cara. Luego de recibir el amor del can, se incorporó y caminó directo hacia la habitación de Adrián con Don Quijote detrás. Todas las luces estaban apagadas y Adrián dormía boca arriba y llevando solo un pantalón. Ella no quiso despertarlo, así que empezó a cerrar la puerta tratando de hacer el menor ruido.

—¿Camila? —la llamó.

—Sí, aquí estoy.

—Entra —le pidió encendiendo la l&aa

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