Capítulo uno: Al borde del abismo

Los Ángeles, California — 3 de abril de 2017

Una mano envolvió su cabello y tiró de ella con fuerza ocultándola en el callejón, las cosas no pintaban nada bien desde que se había escapado del colegio para visitar a un amigo, súmenle a eso las constantes cartas de amenaza que recibía y los pasos que sabía que la seguían cuando caminaba sola por algún lugar. No era tonta, ella estaba completamente segura que la gente que estaba a punto de secuestrarla planeaba hacerlo desde hace mucho tiempo y las cosas que ella sentía era solo su inconsciente avisándole sobre el peligro que se avecinaba.

Quiso gritar, pero era demasiado tarde, una mano con guante presionó con fuerza su mandíbula para evitar que el grito salga de su garganta.

Los ojos le escocían, no lloraba desde hacía tiempo, pero ahora sentía el miedo real cruzando por sus venas. Las lágrimas mojaban el negro guante de su atacante, quien solo soltó una risa al ver las gotas descender.

¡Estúpida! Se gritó mentalmente, si le hubiese avisado a sus hermanos que se sentía de esa manera desde hacía tiempo podía haber evitado todo esto. 

Sus clases de defensa personal estaban olvidadas, el miedo paralizando por completo su cuerpo cuando sintió el cañón de un arma presionando contra su espina. No quería morir, solo tenía diecisiete años, y ahora que tenía intenciones de redimirse de todos sus pecados aparecían ellos para acabar con su vida, si no es que solo la querían como un medio para pedir una recompensa.

Ganarían mucho dinero si es que Lorie Héller Le-Blanc accedía a dar un céntimo de su fortuna para salvar la vida de la hija que odiaba.

— Vamos a hacer una fortuna contigo, perra. — el aliento del hombre que dijo eso apestaba a cigarros.

— Tu jodido padre se metió con la gente equivocada. — murmuró otro, quien se encargó de poner cinta de embalar gris, muy resistente, en sus muñecas. Leah negó con la cabeza, su padre no podía estar causando estas cosas, ella en el fondo sabía que era un buen hombre, aunque la mayoría de las personas digan lo contrario.

El hombre que cambio sus pañales y la llevo de paseo sobre sus hombros cuando era niña no podía ser la clase de persona que el mundo decía. Ella se negaba a creerlo. Pero el nombre de su padre no podía ser mencionado en su casa, sus hermanos mayores lo odiaban y su madre siempre que escuchaba ese nombre se deprimía por días.

— Noquéala, Nick, hay que hacer el video.

Y eso fue lo último que escuchó antes de que un fuerte golpe la dejará inconsciente.

***

Las luces quemaban sus ojos, no sabía cuánto tiempo llevaba metida en el sótano, pero siempre recordaba el horario exacto en el que los hombres bajaban para grabar el video donde les decía a sus familiares que se encontraba bien.

Sus muñecas sangraban por los movimientos que hacía para intentar soltarse, pero no funcionaba. Era inútil cualquier intento desesperado de salir de allí.

Oyó pasos, era el momento de otro video, era lo que más le dolía, porque tenía que mirar a la cámara y decirles a sus hermanos que estaba bien, cuando no era así. No entendía porque aún no la soltaron, ya sabía que le habían dado el maldito dinero, pero ellos querían otra cosa, algo que estaba segura que sus hermanos no podrían conseguir en ningún lado.

— Bien, mira a la cámara y lee lo que te podremos en los papeles ¿entendido? No importa si le agregas unas cuantas lágrimas. — Nick era quien le ordenaba eso mientras bajaba de las escaleras, en su mano llevaba hojas en blanco y en la otra un marcador indeleble negro.

Su mirada barrió su cuerpo e hizo una mueca de asco.

— Le diré a Anthony que podría darte un baño luego. — habló para el mismo.

Las lágrimas comenzaron a salir nuevamente, no la habían desatado para nada de la maldita silla, estaba sentada sobre su m****a y su orina, la humillación que sentía era inimaginable. No podía estar pasando eso, ella no podía estar viviendo eso.

Nick se puso detrás de la cámara y presiono unos botones, quizás revisando algo. Pero Leah no podía ver lo que hacía, en eso Anthony bajo las escaleras, su cuerpo delgado, pero fibroso, bajaba con gracia. El no necesitaba dinero, se movía como un chico con clase, Leah lo sabía porque ella conocía todos los tipos de clase y él era de las clases altas, como ella.

— Espero que Nick te haya puesto al tanto, si dices algo mal te daré un jodido tiro en la frente y le mostrare a tus hermanos.  — ella cerró los ojos y comenzó a sollozar nuevamente, no podía hablar por la cinta en su boca, pero sabía que se la quitarían en cualquier momento.

Anthony retiro la maldita cosa de su boca con cuidado de no lastimar sus labios, si los idiotas de sus hermanos o su padre veían un nuevo rasguño ellos estarían jodidos. La niña era considerada oro para la familia y sabía que darían el dinero del mundo para evitar que la pequeña zorrita se muera.

Recordó con una sonrisa ladina la noche que pasaron juntos hace algunos años, la maldita perra no lo recordaba, pero él sabía que había sido el primero en meter su pene en la vagina virgen de Leah Héller. Pero como la muy zorra había estado hasta la m****a de ebria no podía recordar nada, así que él le daría luego material para recordar su magnífica noche juntos.

Él sabía que le había gustado, ella gimió por más en su oído y clavado sus garras en su espalda y trasero mientras él se enterraba en las profundidades de su coño estrecho… ¡Ah, que magnifica noche!

De solo recordarlo su polla saltaba a la vida.

Miro fijamente esos ojos azules y le habló.

— Esperamos que este sea el último video, así que no estarás aquí mucho tiempo.

El espero a que ella hablara, pero solo movía la boca y sonidos raros salían de su garganta. Frunció el ceño y le dio de beber agua, se tragó todo en cuestión de segundos.

Miro furioso a Nick, quien seguía jugando con la cámara.

— ¿No le diste agua ayer? — ladró.

El rubio de la cámara dio un salto y lo observo.

— No sabía que había que darle algo. — habló por lo bajo.

Anthony maldijo entre dientes y encendió las luces, su visión se tornó roja y le dio un puñetazo al idiota de su compañero. Ahora entendía porque el otro idiota mantenía las luces apagadas todo el tiempo, la morena prácticamente nadaba en su propia m****a y estaba tan jodidamente delgada que daba la impresión de haber bajado más de cinco quilos en la semana.

Él se había encargado de su higiene y alimentación los dos primeros días, pero luego Nick se ofreció como voluntario y no se pudo negar. No quería todo el trabajo duro.

Se acercó a ella con la navaja en la mano, la morena abrió los ojos con terror e intento sacudirse, pero no podía, estaba tan débil que no le sorprendería que en cualquier momento caiga desmayada. Corto las ataduras de la cinta y la tomo en brazos, haciendo una mueca cuando fue consciente del fétido olor que desprendía, pero camino con ellas escaleras arriba ignorando las preguntas de Nick.

La llevo a su habitación, atravesó el lugar y abrió la puerta del baño, donde la sentó en el inodoro y comenzó a preparar un baño de agua caliente y sales para que se sintiera mejor. La culpa carcomía sus venas, no sabía cómo había permitido que ella terminara de esa manera, pero estaba seguro que no volvería a pasar.

Si no fuese la jodida hija del mafioso más importante del continente la retendría más tiempo, hasta que se enamorara de él.

— Lo siento. — murmuró cortando la ropa de Leah con las tijeras, ella solo se quedó sentada mirando los movimientos que el realizaba.

Cuando la ropa sucia se desprendió completamente de su cuerpo la tomo en sus brazos y la metió en la bañera. Por los siguientes veinte minutos se encargó de lavarla por completo, sin dejar un lugar sin tallar de su cuerpo. Cuando la saco de la bañera la deposito en su cama y seco su cuerpo con cuidado, luego su cabello y la visito con una camiseta suya y unos bóxer negros que a él le quedaban apretados.

Nuevamente en sus brazos camino hacia la cocina, donde le preparo un almuerzo y lo deposito frente a ella.

— Come. — ordenó.

Las manos de la chica temblaban mientras intentaba tomar el tenedor.

***

No podía, no podía levantar el tenedor con sus manos.

No sabía qué era lo que le pasaba, pero estaba segura que era algo malo. No se había movido por quien sabe cuánto tiempo, quizás eso estaba pasando factura ahora y le impedía cualquier movimiento que ella intente realizar. No sabía porque Anthony se comportó de esa manera con ella, si no la hubiese secuestrado le agradecería.

— N-no puedo. — dijo. Esperaba que el supiera de lo que hablaba.

Su cuerpo comenzó a temblar por la desesperación de saberse inútil, siempre se había valido por sí misma, no necesitaba de nadie para nada. Pero allí estaba, viendo como la persona que la había secuestrado se subía las mangas de la camisa, que ahora se encontraba mojada por el baño que le dio, y tomaba el tenedor para darle de comer como si fuese una niña.

Las lágrimas caían entre sus bocados, pero no podía detenerlas.

— Lo siento tanto. — volvió a murmurar Anthony.

Luego media hora estaba completamente llena, no comía así desde hacía tiempo.

— Iremos abajo a grabar el video y luego dormirás en mi habitación.

Ella no dijo nada, estaba en blanco pensando en cómo las cosas habían cambiado desde que Anthony bajo de las escaleras y la vio, no sabía que pensar del chico, pero estaba completamente segura que no terminaría como esas chicas que se enamoran de sus secuestradores solo porque son atractivos y comienzan a tratarlas bien en su cautiverio.

Él la tomó del brazo y comenzaron a caminar hacia las escaleras del sótano, si bien ella no quería volver a aquel lugar, tenía que hacerle saber a sus hermanos por algún medio que seguía viva.

Sus piernas se sentían temblorosas por el tiempo que paso sin utilizarlas, podría decir que sus huesos dolían un poco y su postura no era la que le enseñaron en la Lady’s Real Academy, pero no importaba eso ahora. Su captor mantenía un brazo envuelto en su cintura mientras la ayudaba a descender.

— Sé que esto es una completa m****a, pero no quiero morir si no hago esto. — hablo él cuando estaban ya en aquel lugar que, sabia, le causaría pesadillas cuando logre salir de allí.

— Podrías dejar de tratarla como un huésped, es nuestra cautiva. — dijo idiota de Nick, a quien Leah comenzaba a odiar.

— Cállate Nick, si la ven en malas condiciones podría costarnos la vida. — gruñó Anthony.

La amarro a la preparo las cámaras que estarían apuntado en su dirección para transmitir en vivo el primer video desde que la habían secuestrado.

— Debes decir lo de siempre, ni una palabra más. ¿Entendido? — ella asintió como pudo y se preparó para la misma rutina.

Las luces la cegaron un momento, la parpadeante luz roja le advirtió que si hacia un movimiento en falso seria visto por sus hermanos, al ser la primera transmisión en vivo tenía que comportarse, un movimiento en falso y ella desaparecería antes de que sus hermanos pudieran hacer algo.

— Hoy es martes veinticuatro de junio, han pasado dos semanas desde mi secuestro. Las notas han sido enviadas, les pido por favor que les entreguen lo que ellos quieren. — su voz era monótona al recitar lo que Nick había escrito en el papel que sostenía frente a ella detrás de la cámara.

— Diles cómo te sientes. — hablo Nick, su voz siendo grotescamente transformada por el aparato que sostenía sobre su garanta.

Ella se estremeció. No quería que sus hermanos sepan cómo se sentía, la culpa iba a seguirlos por siempre.

— Y-yo…

— ¡Diles! — gritó molesto.

—Sucia, me siento sucia. — la voz le salió en un pequeño susurro, pero sabía que ellos la habían escuchado.

— Cuéntales que estuviste dos semanas sentada sobre tu propia m****a. Que éstas hasta los huesos y que tuvieron que lavarte porque olías a m****a. — las lágrimas caían desde sus ojos, no podía. Pero mientras más extienda la conversación en vivo más probabilidades tenia de salir de ahí.

Cuando sus hermanos entraron en el FBI le enseñaron muchas cosas, entre ellas estaba el hecho de hacer hablar mucho al malo podría llegar a salvarle la vida.

Su labio temblaba, pero habló.

— Estaba sentada sobre mi m****a. — gruñó, su cuerpo sacudiéndose con sollozos.

— Tu perra, dile como mis manos tocaron tu cuerpo. — él estaba regodeándose. Anthony no hablaba, pero su tez pálida anunciaba que ellos estarían en problema luego de eso.

Y ella quería, deseaba que ellos pagaran por lo que le hicieron.

— No lo hiciste. — susurró.

— Las drogas te tenían tan tonta, cediste fácilmente.

Un puño voló en dirección a la cara de Nick.

Y ahí estaba su señal.

—  Mi celular tiene una aplicación de rastreo con el chip que implante en mis zapatos escolares el mes pasado, sé que tienen mi teléfono, de esa manera van a encontrarme. La contraseña es iloveme1234, la aplicación se llama “¿Dónde están mis llaves?” la he cambiado un poco para adaptarla al chip de rastreo, pero ya sentía que alguien me estaba observando…

La cámara se destruyó frente a sus ojos, la mirada furiosa de Nick fue lo primero que vio cuando sus azules ojos dejaron de mirar con esperanza la luz roja parpadeante. Anthony estaba tirado en el suelo sangrando por la nariz y la boca, sus ojos abiertos mirando al techo, parecía sin vida.

— Tu jodida perra. — su cabeza giro cuando el puño de Nick impactó contra su mejilla, sintió la sangre dentro de su boca. Sus ojos estaban cerrados por el dolor que le había producido el golpe.

Tenía que aguantar más, solo un poco más hasta que el sonido de las aspas de algún helicóptero llegara a la zona. No podía darse por vencida, tenía una vida que quería cambiar, ya no quería ser esa persona que la gente miraba con odio cuando pasaba por la calle.

No quería que sus amigas sean personas falsas. Estaba decidida a que su correo electrónico dejara de recibir mensajes de odio cada día.

Perra bastarda de m****a. — Nick estaba hablando en español. Ella lo entendía, sus hermanos se habían encargado de su educación cuando su madre decidió que ella era la culpable de que su padre se fuera de la casa.

Vete a la m****a. — rugió ella cuando una rodilla hizo contacto con su estómago. Los puntos negros se hicieron presentes, antes, bien alimentada y descansada, podría haberlo derribado en segundos, pero ahora no tenía fuerzas para mantener los ojos abiertos, sabía que era inminente, en cualquier momento perdería la conciencia.

El leve ruido del viento siendo cortado le trajo una sonrisa a la cara mientras miraba el rostro lleno de pánico de Nick. Ya habían llegado. Sabiendo que sus hermanos no estaban lejos, cerró los ojos por unos minutos y se sumió en un sueño profundo.

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