4. La muerta

Mientras tanto en Japón...

Sisa llegó como de costumbre a casa, con una excepción, ya que había aceptado que una compañera de trabajo la llevase, regularmente ya tenía contratado ese servicio, porque ella era incapaz de siquiera imaginarse detrás de un volante.

Para entrar a su departamento bastaba con poner su huella dactilar y presionar el botón, agradecía el avance de las nuevas tecnologías, porque en más de una vez con las antiguas cerraduras donde tenía que poner una clave, ella simplemente la olvidaba.

La mayoría de las personas la admiraban por sus contribuciones en el campo de las ciencias biológicas, pero al conocerla en su vida cotidiana, no podían creer que aquella mujer fuera la misma, distaba mucho de lo que se esperaría de un genio.

Lo que desconocían es que su genialidad usaba su cerebro todo el tiempo, por lo que le restaba atención a lo demás. Era un poder de abstracción que tenía, volviéndola una idiota para todo lo demás.

Ya que su cuerpo conocía sus rutinas, simplemente entro y comenzó a despojarse de zapatos, abrigo, bolso y demás objetos. No se molestaba en ponerlos en su lugar, siempre tenía ayuda que se encargaba de ello.

Siguió hasta su habitación y hubiera proseguido con liberarse de sus prendas para ponerse el pijama, solo que sabía que algo no estaba del todo bien. Y era la ausencia de su hijo, que siempre la esperaba para asegurarse de que llegaba de una sola pieza.

Y aunque Elliot tan solo tuviera cinco años, desde temprana edad fue capaz de hacerse cargo de casi todo, entre él y su tía Miranda debían velar por el bienestar de su madre, por ello para Sisa había sido un regalo del cielo cuando el pequeño dio señales de autosuficiencia.

De ahí que este país fuera el mejor para que el niño se desarrollara, sin ser visto de forma diferente, porque aquí los niños eran animados a independizarse desde edades tempranas, si no lo creen, solo salgan una mañana y vean como por las calles transitan niños yendo solos a la escuela.

Sisa dejo lo que hacía y fue a buscar a Elliot a su habitación, luego la cocina, el cuarto de lavado, porque en las áreas comunes no le localizo tampoco. Había ocasiones que salía a realizar alguna compra, solo que no era el caso, pues no dejo nota que lo hiciera saber.

Un temor se apoderó de Sisa, que sería de ella sin su hijo, aunque sonara egoísta, ella había desarrollado una dependencia inusual. Los papeles se invirtieron, ella le necesitaba más a él que Elliot a ella.

Como siempre que necesitaba algo le marco a Miranda, su única amiga y quien se encargaba de resolverle la vida, ese era su trabajo. Una especie de asistente 24/7.

...

La pobre Miranda tendría que enfrentar a su querida amiga luego de lo que había hecho, pero para ese entonces Elliot ya estaría en San Francisco y es que ella creía que merecía esa oportunidad.

No estaba muy segura si debía darle algo de tiempo para que Elliot pudiera conocer a su padre o decirle a Sisa, donde se encontraba su hijo. Y las llamadas incesantes de su amiga la ponían cada vez más nerviosa.

La respuesta la tuvo cuando el mismo Elliot le envió un mensaje en el que le decía que se encontraba en casa de sus abuelos y que parecía que todo marchaba bien, por lo que decidió darle tiempo.

Esta vez Miranda le regreso la llamada a Sisa para tranquilizarla y evitar que hiciera alguna locura.

Le invento que Elliot tenía un curso del colegio en donde los llevarían a la otra punta del país, hasta se atrevió a preguntarle si no recordaba haber firmado el consentimiento. Aprovechando que Sisa pocas veces prestaba atención a las cosas que autorizaba o firmaba.

Miranda amaba a estas personas, solo que ambos con sus peculiares personalidades le hacían el trabajo aún más difícil.

Una semana antes...

En lo que Miranda organizaba las facturas que tenía de los gastos derivados de las compras del mes de esa familia, escuchaba como Sisa y Elliot se volvían a enfrascar en una de esas discusiones, y es que Sisa se negaba a decirle a su hijo quien era su padre.

Siempre le contaba una historia o excusa distinta, por ello Ellliot más le increpaba, ni siquiera Miranda sabía ese dato.

Pero esta ocasión fue diferente, porque jamás había visto llorar ese niño y hoy lo había encontrado en el cuarto de lavabo oculto sufriendo por no tener una figura paterna.

—¿Qué sucede? —le cuestiono Miranda con algo de temor, porque a pesar de ser un niño, él siempre parecía estar al control de su entorno, aquello era inusual.

—¿Por qué no puedo tener un papá, como los demás niños? —balbuceo Elliot entre sollozos.

—¿A qué te refieres?

—Estoy harto de no saber quién es mi padre y que en la escuela todos me molesten por no tenerlo—. Miranda de inmediato comprendió por qué el niño peleaba más a menudo con su madre por esa información.

Si bien Japón era un lugar de progreso, no lo era así su cultura sobre las familias, por ello la tasa de natalidad es baja, son muy pocas las familias monoparentales y además son mal vistas.

Unos días más tarde, Miranda tuvo la idea de cómo obtener la información que Elliot necesitaba, se imprimió un cuestionario de uno de los seguros de vida que Sisa debía llenar, pero como siempre ella terminaría haciéndolo.

Miranda le explico el motivo del cuestionario y Sisa le pidió como siempre que se hiciera cargo, a lo que acepto Miranda y solo le dijo que le respondiera las preguntas y ella haría el resto, una de las preguntas era sobre a quién debería acudir en caso de que Sisa muriera.

¿Qué pasaría con Elliot? ¿Quién debía cuidarlo? Con preguntas precisas la fue llevando hasta la respuesta que buscaba.

—Prescott Kingsley —fue su respuesta, aseguro que él podría darle una buena vida a su hijo.

Y aunque Miranda quiso aprovechar la oportunidad para sacar mayor información para así poderle proporcionar más datos al niño, solo pudo confirmar que aquel hombre con Elliot eran padre e hijo.

Y con ese nombre inicio una búsqueda que la verdad fue fácil, había tanto sobre aquel hombre, lo malo es que so propicio que Elliot se entusiasmará y orquestará un plan para ir a conocer a su padre.

En la actualidad...

Sisa no paraba de hacerle preguntas a Miranda, tenía el vago recuerdo de haber firmado documentos, sin embargo, no estaba segura para que habían sido.

Para su asistente era mejor que no lo recordara porque de hecho lo que le dio a firmar era el consentimiento para que Elliot viajara fuera del país.

—¿Cuándo dices que regresa? —por décima vez cuestionaba Sisa.

—Tranquilízate, si lo que te preocupa es, que harás en su ausencia, debo darte buenas noticias, yo iré a quedarme contigo hasta que él regrese.

—¡Oh, en serio! Eso será grandioso, porque justo ahora no sé qué hacer con la cena —solo suspiro Miranda, casi que compadecía a Elliot por tener a esa madre.

—Ya tomé mis llaves y voy saliendo, no hagas nada hasta que yo llegue —esta mujer fuera del laboratorio era un peligro.

 

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