3. Implicaciones legales

San Francisco

A unas cuantas horas de que la jornada laboral culminara, el abogado que lleva los asuntos privados de la familia Kingsley Harrington acude a las oficinas del joven CEO.

En cuanto lo ve, Leo salta de su asiento para ir a anunciarlo, ya que por órdenes de Prescott debía interrumpirlo no importando que estuviera haciendo.

—¡Buenas noches! ¿Para qué soy bueno? —dice el hombre de mediana edad intentando aligerar cualquier cosa que le fuera a decir Prescott.

—¡Tome asiento! —Prescott se levantó para estirar las piernas —resulta que hoy por la mañana apareció un niño alegando que es mi hijo—. Anderson no pudo ocultar la sorpresa, conocía a ese joven desde pequeño, creía conocer su carácter y juraría que sus padres le habían dado una gran educación.

—¿Y lo es? —Prescott paso saliva intentando disipar el nudo que se había formado en su garganta. Estando de medio lado y viendo a través de los cristales la espectacular vista nocturna de la ciudad, solo pudo asentir. Su cerebro seguía intentando acoplarse con esa idea.

—Necesito que se encargue de todas las implicaciones legales que eso conlleve, mañana mismo se le practicaran análisis que nos den certeza de su dicho.

—¿Pelearás por la custodia o será compartida? —eso le dio una punzada, un sentimiento extraño que no pudo identificar.

—No, el niño no tiene a nadie más. ¡Hmm! Creo que tiene abuelos maternos, pero nunca los ha conocido. Preferiría no tener que pelear con nadie de ser necesario.

—Muy bien, me pondré en contacto con el equipo de relaciones públicas para darles directrices de cómo actuar. De confirmar que el chico es tu hijo será mejor que la información venga de nosotros y no de rumores que no podamos controlar.

Particularmente hoy, Prescott no pudo conducir de regreso a su departamento, el chofer lo había recogido y se dirigían a la casa de sus padres, sentía un peso terrible, su mundo cambio con la aparición de ese niño.

Aunado a eso, Ava había dejado múltiples mensajes en su celular y las llamadas se incrementaron desde que dejo la oficina, lo que menos quería en ese instante era tener que lidiar con sus cuestionamientos y las frustrantes emociones de sus rabietas.

En casa de sus padres le recibieron como si nunca se hubiera mudado, sentía la familiaridad con las personas del servicio. Al preguntar por sus padres fue dirigido hasta el cuarto de entretenimiento.

A unos pasos de entrar eran audibles las risas y la charla amena que los ocupantes de la sala sostenían, al entrar lo hizo en silencio, estaba realmente intrigado, ya que sus padres habían sido amorosos con él, pero aquella escena era insólita.

Incluso Arnold, su padre, estaba participando activamente en el juego de mesa, tan bien se la pasaban que ni se percataron de que él había llegado y los observaba.

—Ahora comprendo por qué querían un nieto —expreso Prescott, sonando un poco amargado y envidioso a la vez. Su madre le saludo con afecto y lo invito a unírseles, ya que en unos momentos les llevarían la cena.

Prescott se asombró, las comidas según la etiqueta de esa familia siempre debían llevarse a cabo en el comedor. Suspiro, se aflojó la corbata y Elliot no tardo en bajar de su silla para ir junto a él.

—¡Buenas noches! —saludo el pequeño seguido de una sonrisa, extendió sus manos con las palmas hacia arriba, aguardando algo, solo que Prescott no sabía lo que aquel gesto significaba.

Elliot meneo las manos haciendo énfasis de que seguía esperando, —tu saco, papá —le dijo en un tono como si aquello fuera lo normal. Y lo era para el niño, quien siempre ayudaba a su madre al llegar de su jornada laboral.

Prescott rodó los ojos, cómo iba él a saber lo que deseaba aquel niño, se apresuró a quitarse el saco y se lo dio, observo la forma en que lo tomo y lo llevo hasta el respaldo de uno de los sofás, lo acomodo y en cuanto término regreso para tomarlo de la mano y llevarlo a que se sentara juntó a él.

Todo sería diferente, aunque estaba inmerso en un desastre, supo que habría cosas buenas que valieran la pena de esa inesperada situación.

Esa noche Prescott tenía tantas preguntas que hacerle a Elliot y pensaba obtener respuestas, la mejor forma sería si él lo llevaba a dormir y en ese momento hacerlo.

Lo que su madre no le permitió asegurándole que tendría más tiempo para hacerlo, no sabía cómo Olivia supo de sus intenciones, lo disuadió recordándole que el niño venía de realizar un largo viaje.

Luego de dejarlo en su habitación, Prescott sigue a su madre quien le dice que deben hablar, ambos van al despacho de Arnold.

Estos eran los dominios de su padre y todavía no estaba preparado para contarles por qué de pronto apareció ese niño, menos aún porque él no negaba que fuera suyo. Sabía de la perspicacia y sagacidad que caracterizaban a su padre, y algo como aquello no se le habría escapado.

Olivia rompió el silencio, —Prescott, merecemos saber por qué tienes un hijo —ella solía ser la conciliadora y ahora ella era la que iniciaba la caza.

—Escucha, nos agrada ser abuelos, ese niño es mejor de lo que pudiéramos pedir —Prescott interrumpió a su padre.

—No se adelanten, todavía nos falta comprobar que si es mi hijo.

—En un principio yo no lo quise ver, pero tu madre me mostró las fotografías, ya se me había olvidado como lucias, ustedes son idénticos —Prescott dio un bufido de inconformidad, tal vez debía verlas también.

—Miren, no me siento cómodo contando lo que sucedido. Lo que les puedo decir es que, sí, conocí a Sisa, no fue un noviazgo o enamoramiento fugaz. La conocí por un periodo muy corto en la Universidad y existe la posibilidad de que Elliot efectivamente sea mi hijo.

A la mañana siguiente, antes del desayuno, el equipo que había enviado el laboratorio para recolectar las pruebas estaba acomodando los utensilios, a la espera de que los sujetos que se someterían a las pruebas aparecieran.

Prescott fue el primero, remango su camisa y así procedieron a extraer sangre, Elliot que llegaba de la mano de la abuela, abrió grande los ojos, no esperaba que tuvieran que utilizar agujas, estuvo a punto de soltarse del agarre de su abuela y huir.

Olivia, que percibió la reacción negativa del niño, le dio un apretón a su mano y cuando volteo, le aseguro que sería indoloro y rápido.

Llegó el turno de Elliot quien se había olvidado hasta de los modales, ya que ni siquiera saludo ante el nerviosismo. Prescott lo llamo y lo subió a sus piernas.

Lo ayudo a descubrir su brazo, noto su ansiedad, —Elliot, mírame, no necesitas ver nada más. Cuando yo tenía tu edad también me desagradaban las inyecciones. ¿Quieres saber cómo supere mi miedo? —Ya que había captado la atención, el niño sostuvo su mano para que no se moviera.

—Decía una especie de mantra, ¿sabes lo que es un mantra? —Elliot asintió —. Repetía en mi mente y en voz alta, soy valiente, es por mi bien.

Esas palabras distrajeron al pequeño y lo reconfortaron, porque vio el esfuerzo que su padre hacía para que pudiera enfrentar la situación.

Cuando terminaron, Olivia los invito al jardín para que todos tomaran el desayuno y se olvidaran del feo momento que Elliot había tenido que atravesar.

 

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