EL REFUGIO DEL ENEMIGO
“Tus ojos me dicen te quiero sin que lo digan tus labios “ AnónimoBrice en medio de la oscuridad de aquella sala delicadamente decorada, dejaba a un lado la copa de coñac labrada que sus palmas habían calentado. Su respiración se volvió agitada. Permaneció así por unos minutos con los ojos cerrados como si intentara recordar más…un rostro, una risa…una mujer, una niña. Una joven…aquel rancho. La imagen se dibujaba y diluía en ese cerebro que elucubraba planes, un hervidero. Había que admitir que sus hormonas masculinas algo aletargadas también se habían despertado violentamente Que tonto había sido! Crispó los puños y luego se pasó la mano por los labios. El sabor del alcohol pareció mecerse suavemente en su paladar y aún así no calmó sus pensamientos. El silencio fuera lo embargó, tras sí en el respaldo de la silla colgado prolijo aquel saco del traje, a su izquierda en una mesilla de mármol y tras un florero con rebosantes flores, su corbata.