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—No tener sentimientos.

Sonríe ampliamente y lo apunta junto el resto de respuestas.

— ¿Por qué no hablas casi?

—Prefiero gastar saliva en otra cosa –sonrío pícaro hasta notar sus mejillas rojas –. No soy mucho de hablar con gente –explico, y levanta la cabeza sorprendida –, llevo años encerrado en el reformatorio sin salir, y no estoy acostumbrado a hablar con Diosas.

—Debes dejar de hacer eso –pide, y coloca sus manos en sus mejillas –. Debo parecer estúpida con las mejillas parecidas a un tomate.

Suelto una carcajada y me mira unos segundos entes de volver a las preguntas.

—Me gusta hacer sonrojar a chicas bonitas –confieso.

— ¿Cuál es tu palabra favorita? –se apresura a preguntar.

— ¿Es enserio? –Me burlo, pero al ver que asiente me callo –. Sexo.

—Está bien –lo apunta entre risas y ahí vuelve, se muerde el jodido labio –. Te toca.

— ¿Tu edad? –pregunto leyendo el papel de preguntas.

—Diecisiete.

— ¿Zona residencial?

—Urbanización –murmura jugando con sus dedos.

— ¿Cuántos novios has tenido? –me recargo contra el respaldo de la silla y la miro de brazos cruzados.

—Tres.

Lo apunto en una hoja que arranco de mi cuaderno para saber cosas de ella, y la sonrío aclarándola que la necesito para que no se junten nuestras respuestas en la hoja.

— ¿Eres virgen, Isis?

Abre los ojos a más no poder y ríe. No me extrañaría que no lo fuera, está buenísima, y si fuera cualquiera de sus novios me la hubiera follado sin pensar.

— ¡Azael, eso no vale! –exclama y deja caer sus manos a los lados de su cuerpo.

—Contéstame nena, no será tan malo.

—No, no lo soy –admite.

—Vale, ya me he cansado, seguiremos otro día –sentencio y guardo las cosas en mi mochila.

—Pero tenemos que hacerlo, no creo que...

—Mañana lo haremos, no te estreses.

— ¿Te puedo preguntar qué hiciste para estar en el reformatorio? –cuestiona temerosa y jugando con sus dedos.

Paso la vista por su cuerpo y me quedo parado mirando su escote resaltado por su camiseta negra ajustada.

—Sí puedes, otra cosa es que yo te responda.

— ¿Qué hiciste?

Ante su susurro me giro hacia ella y acerco su silla a la mía, riendo al ver cómo la comen los nervios. Sin importarme que probablemente me lleve una hostia acerco mi cara a la suya, disfrutando de su olor y de su reacción ante mi cercanía. Cierra los ojos y se relame los labios, dejándolos húmedos y haciendo que resalte más su rosa natural.

—Maté a mi padre –respondo con simpleza.

Abre los ojos y se queda quieta en su sitio, mirándome solo a los ojos. Sube las piernas lentamente a la barra de la silla y se abraza las rodillas.

— ¿Matas personas? –ladea la cabeza y suelta un suspiro.

—No, solo a él –susurro a punto de besar sus labios –. Era un cabrón que se lo merecía, y no tengo miedo a confesarlo, es lo que fue.

— ¿Qué te hizo para que llegaras a asesinarlo?

El ambiente ya no es divertido, es todo lo contrario, serio y sin ninguna broma de por medio. Sus ojos parecen tenerme miedo, pero la forma en que inclina su cuerpo hacia delante me dice lo contrario. Baja su vista a mis labios, y por inercia una sonrisa burlona se instala en mi cara.

—No me gusta que toquen a las personas que quiero, y él tocó a mi madre de una manera que nunca debió hacerlo –escupo las palabras, y voy apretando cada vez más el respaldo de su silla.

— ¿Y tu madre? –consigue preguntar con la voz casi tartamudeando.

—En su casa.

Asiente y se destensa, parece que no importa que acabo de confesar que he asesinado a mi propio padre, pero consigue separarme de ella con las manos en mi pecho y suspira relajándose.

— ¿Me matarías y descuartizarías si te hiciera enfadar?

—Lo último que haría con tu cuerpo sería dañarlo.

Crea una cortina con su pelo impidiéndome verla, porque imagino que está roja.

— ¿Cuándo sales del reformatorio?

—En unas semanas que cumplo los dieciocho.

Asiente y vuelve a mirarme con las mejillas menos sonrojadas.

— ¿Tienes amigos?

—Sí, solo uno, pero no necesito más.

—Ahora tienes dos –sonríe y se levanta de la silla sentándose encima de la mesa –, sé lo que es tener un solo amigo y que cuando esté ocupado no te haga ni caso, asi que ya tienes dos amigos

—Si lo que quieres es ligar conmigo solo me lo tienes que pedir, no hace falta pasar por ser amigos.

Ríe y golpea mi hombro con cuidado.

—No quiero ligar contigo... haber no es porque seas feo, porque no lo eres –se corrige al momento –estás bueno y eres muy guapo, pero... –balbucea –mierda, sigo hablando demasiado.

—Me halagas Isis –río.

Sus dientes blancos atrapan su labio, dándome unas ganas tremendas de mordisquearlo y hacerle gemir.

—No hagas eso, me dan ganas de follarte descontroladamente contra la mesa.

Para de morderse el labio y vuelve a girar su cabeza en otra dirección evitando mi mirada, usando así también su pelo como una barrera entre nosotros.

—Ya va a ser la hora de volver a clase –hace una mueca con sus labios y se vuelve a sentar en su sitio –. Tenemos biología y la última es historia, pero los primeros días solo vemos una película de m****a sobre la conquista de América –me explica.

—Me voy a dormir en las dos clases –me encojo de hombros y muevo mi mochila a la mesa de atrás –. Guarda tú la hoja de preguntas, yo la perderé.

Asiente y la dobla cuidadosamente para guardarla en el bolsillo exterior de su mochila.

—No eres tan malo a cómo se rumorea, todos dicen que eres el peor de los siete, pero a mí no me lo pareces –susurra.

—Hay una gran diferencia entre lo que ellos digan sobre mí, y la realidad de mis actos.

Me siento en la silla de la mesa un puesto atrás y obligo a Isis a darse la vuelta y mirarme para hablar.

— ¿Tú amigo es el chico de pelo blanco que había esta mañana contigo? –pregunta, y apoya la barbilla sobre el respaldo de la silla.

—Sí.

—También está en el proyecto ¿No?

—Sí.

— ¿Por qué aceptasteis venir? A nadie le gusta estudiar por muy necesario que sea.

—Yo quería salir unas horas del reformatorio, llevaba tres putos años sin salir de allí, y por muy raro que te parezca, no soy gilipollas.

—Lo sé. He visto tus apuntes cuando has sacado el cuaderno, todo estaba genial.

La sirena se vuelve hacer presentes y consigo, los primeros alumnos que nos miran intercaladamente con miradas cómplices. En pocos minutos están todos sentados, y una señora bajita, con andares de pingüino y un maletín se presenta ante la clase y da comienzo su hora.

Me cruzo de brazos sobre la mesa, y maldigo al gilipollas que ha puesto la calefacción bajo la ventana. Me levanto en mitad de clase, ganándome una mirada desaprobatoria de la profesora y el resto de miradas de los alumnos mientras me quito la chaqueta, dejado a más de una mirándome los músculos del brazo, y el tatuaje en forma de brújula que cubre la parte trasera de mi bíceps. Sonrío con ironía y me siento de nuevo en la silla.

- - -

—Azael, tsss... Azael –escucho un susurro, y reconozco por la voz a Isis.

— ¡Colega despierta! –golpean la mesa y al momento golpea con fuerza el estómago del gilipollas, que resuelta ser Elías –Hostias...

Me paso una mano por el pelo y me veo en el reflejo de la ventana. Tengo el pelo alborotado, y mis ojos siguen siendo los mismos ojos marrones y sin expresión de siempre.

—Ya han acabado las clases –ríe la morena, y apoya su mano en el hombro de mi amigo.

—Estoy bien, estoy bien –asegura irguiéndose y cogiendo su mochila del suelo.

— ¿Seguro? –se muerde el labio y sonríe matándome por dentro. Necesito follar pero ya.

—Vale... me tengo que ir, nos vemos mañana –rodea a mi amigo y se pone de puntillas para darme un beso en la mejilla, y otro a Elías a pesar de no conocerlo, y sale disparada hacia la salida.

—Joder... está buenísima –suspira Elías – ¿Ya te la has follado?

—Que va, de momento somos amigos –me coloco la mochila y tiro de la pechera de su camiseta para que ande.

Todo está ya vacío, y al salir diviso el coche patrulla con el policía de esta mañana fumando a un lado de este.

— ¿Te queda tabaco?

—Tengo un paquete más en la habitación –susurro, y pongo una sonrisa falsa al meterme en el coche bajo la mirada del oficial –. Dentro de un mes esto se acabará, por fin saldré.

—Eso tú cabrón, a mí me quedan todavía dos meses para los dieciocho y mi condena se cumple en mes y medio. ¿Ya sabes dónde vivir?

—Qué coño voy a saber, mi madre... sería una opción, pero no creo que a mi abuela le haga gracia que vuelva.

—Joder, ¿Esa vieja todavía sigue...?

— ¡Eh, cuidado que es mi abuela! –exclamo.

El policía conduce por las calles con lentitud, como si no le importara tardar un día en llegar, y me empiezo a estresar.

—Y esa tal... Isis ¿Qué te traes con ella?

—Solo es mi amiga, hasta el momento en que la folle.

—Mmmm... ¡Hermano! He follado con una rubia que joder... tenía unas tetas, y un culo...

Pongo los ojos en blanco y me carcajeo al ver las exageraciones de mi amigo.

Nos bajamos a las puertas del reformatorio, camino sin preocupaciones dentro de la cárcel para menores, seguido de mi amigo.

- - -

—Buenos días –me saluda Isis al verme entrar en clase. Vuelve a ponerse de puntillas como hace apenas veinticuatro horas y deja un beso en mi mejilla.

—Hola –tiro la mochila en el suelo y me apoyo en la mesa para esperar al profesor.

— ¿Qué tal estás? –pregunta, y juega con sus dedos nerviosamente.

—No mejor que tú, eso te lo aseguro –me muerdo el labio al ver su ropa de hoy, esta chica quiere acabar conmigo.

— ¿Gracias? –Ríe –He pasado antes por la sala de profesores, y el profesor de valores éticos nos deja quedarnos en los recreos para avanzar con el trabajo, aparte de que tenemos que poner veinte cualidades de la otra persona.

—Está bien, lo haremos.

— ¡Isis! –exclama el friki con gafas de pasta. Se acerca a nosotros con pasos temerosos y dirige la vista a su amiga –El viernes no me pases a buscar, me voy con mis padres a celebrar el cumpleaños de la abuela.

—Pero estamos a martes ¿No me lo tendrías que decir el jueves? –alborota el pelo rojizo de su amigo y le saca la lengua.

—A ti todo hay que decírtelo con antelación, si no te alteras por darte poco tiempo a hacerte a la idea de las cosas.

—Puede ser... –mira hacia la puerta, donde un chico rubio saluda y traga saliva al verme. Enarco una ceja y desvía la vista de mí –te llama tu novio.

—Me voy, nos vemos cuando empiece la clase.

— ¡Hey! ¿A dónde vas? –coge el brazo del friki y lo pone delante de mí.

Se recoloca las gafas de pasta y levanta la cabeza para mirarme.

—Hola –susurra.

Sonrío sin ningún tipo de intención de hacerle nada malo al chico, porque de verdad que me va a ir mal en la vida si sigo con mi actitud de m****a, y estiro una mano en su dirección. La mira detenidamente unos segundos, y creo que tanto él como Isis se sorprender, pero ella solo sonríe mucho y le incita a que me estreche la mano.

—Matt, él es mi amigo Azael, Azael, te presento a mi mejor amigo gay Matt.

El chico bufa y la mira con las cejas elevadas.

— ¿Siempre tienes que saltar con que soy gay? –espeta, pero con diversión.

—Lo siento, pero me hace ilusión tener un amigo con unas preferencias sexuales como las tuyas –entrelaza sus dedos delante de su cadera y sonríe inocente.

Pone los ojos en blanco y me estrecha la mano con menos miedo. Se despide con la mano y Sale casi corriendo de la clase lanzándose a los morros de su novio para darse el lote. Cojo las caderas de Isis, que estaba distraída leyendo el póster que colgué ayer de la pared, y ahoga un grito cuando la posiciono entre mis piernas acercando mi boca su oído para que solo ella me escuche.

—Me importa una p**a m****a conocerte de hace dos días, en cuanto salga del reformatorio te llevaré a una cita. Tú. Yo. En la playa. Solos.

Tiembla cuando rozo con mis labios su oreja, y al separarme de ella la veo demasiado roja y con las manos intentando taparse las mejillas. Me sonríe y camina a pasos lentos hacia atrás, a la par que su coleta se mueve graciosamente con ella.

— ¿No me lo tendrías que preguntar?

Me encojo de hombros y sonrío ladinamente.

—No creo.

— ¿Tengo opción de decirte que no? –inquiere con gracia.

—Claro que no, nena.

Eleva el rostro y veo la pequeña sonrisa que amenaza con salir de sus labios.

—No entiendo por qué todos te temen, tu nombre no hace referencia a ti.

—A ti el tuyo sí, sin duda eres una Diosa.

Se mueve dando pequeños saltitos hasta su sitio y se me queda mirando con sus ojos azules un buen rato, a pesar de ser el centro de atención de unos cuantos parece no importarla, solo me mira y de vez en cuando la sonrío haciendo que se ruborice y cambie la mirada a otro lado.

Me siento en la otra punta del final de la clase y paso toda la hora de literatura apuntando mierdas y haciendo algunos ejercicios que no sirven para nada. No pasan muchas cosas interesantes, solo algunas bolas de papel pasándose entre alumnos, la profesora con el móvil, y las mismas putas ganas de salir de aquí.

Recuerdo las palabras que anoche me dijo un celador cuando le di con la porra en el abdomen: ‹‹Si quieres que algo te salga bien en la vida, cambia de actitud chaval, no conseguirás nada siendo un jodido matón››

Espero con ansias que las dos primeras clases se acaben, quiero poder descansar el cerebro y contra más rápido pase todo mejor, quiero volver a dormir, y poder tener por fin una jodida casa con una cama en condiciones, y un baño al que no me tengan que escoltar, y joder, que la comida sepa bien.

La clase se vacía e Isis me llama para que me siente a su lado y avanzar el trabajo. Recorro la distancia que nos separa y me siento a su lado intentando parecer mejor persona, porque me jode decirlo, pero necesito serlo.

Necesito ser bueno si no quiero pudrirme en la entrada de algún supermercado para conseguir comida o dinero.

— ¿Empiezas tú o yo? –pregunta, con esa sonrisa que lleva siempre con ella.

—Tú.

Ríe levemente y se lleva un mechón rebelde detrás de la oreja.

—Emm... ¿Cuál es tu mayor sueño?

—Tenerte en mi cama.

Noto la sonrisa en su voz cuando dice:

—Me temo que será difícil, los amigos normales no hacen eso.

—Será difícil, no imposible –la guiño un ojo, y sin evitarlo acaricio su clavícula haciéndola estremecer –. Mi pregunta, ¿Cuán dispuesta estarías a estar conmigo?

Mi pregunta la desconcierta, y frunce el ceño sin llegar a entenderme, pero solo quiero saber si estará ahí para mí a pesar de todo por lo que la haga pasar, porque he de ser sincero, ella me atrae demasiado, y sé que por consecuencia de eso nos voy a meter en problemas. No digo que me enamore de ella, pero no soy responsable de lo que ella llegue a sentir.

—Hasta el final –escucho su susurro.

Me alejo de su silla a la que me había acercado demasiado y la sonrío dando válida su respuesta.

—Pregúntame.

— ¿A quién quieres más en este mundo?

—Querer es una debilidad que no estoy dispuesto a tener.

Sus ojos azules me miran esperando que diga algo, como que es mentira o una broma, pero solo asiente y sigue apuntando en el papel.

— ¿No quieres enamorarte nunca?

La sonrío. Se está metiendo en un terreno que no debería explorar, pero aun así, sabiendo que puedo jodernos a los dos me atrevo a decirlo:

—Si es de ti no me importa.

Sus labios se quedan entreabiertos, y sus un pequeño rubor se hace presente por toda su cara, dándome ganas de estrujarla y abrazarla.

— ¡No digas eso! –exclama.

—Podría acostumbrarme a hacerte ruborizar, será mi nuevo pasatiempo.

Sonríe de lado y sacude la cabeza antes de volver a coger su bolígrafo y anotar más cosas.

—Pregúntame algo.

— ¿Tu hobby?

—La música, sin duda. Es una de las mejores cosas de la vida.

Anoto eso en una hoja de la parte trasera de mi cuaderno, y apunto unas preguntas más para después.

— ¿Tienes libre el día seis de octubre?

—Sí, creo... ¿Qué tiene que ver esto?

—Ese día pasarás a por mí por el reformatorio –sonrío y le apunto la dirección en un papel.

— ¿Y por qué habría de hacer eso?

—Porqué de aquí a esa fecha ya nos habremos besado unas cuantas veces y estarás loca por mí –aseguro.

—Eres increíble –ríe. Coge el papel de encima de la mesa con la dirección del reformatorio y se lo guarda en la funda del teléfono.

—Lo sé, no hace falta que confirmes lo obvio.

Se sobresalta al escuchar la sirena anunciando el final del primer recreo, y suelta un suspiro.

—Hasta luego –beso su frente en un rápido toque y baja la cabeza hundiéndola en sus manos mientras mueve las piernas.

Me siento de nuevo en la silla del otro lado de la clase y me dedico a hacer todas las putas cosas que quieren los profesores. Las clases de literatura y biología son un completo asco, literalmente, y más cuando me preguntas cosas como si fuera gilipollas y no supiera contestarlas, pero que sin embargo contesto mejor que la mayoría de clase. Observo a Isis y empiezo a numerar veinte cosas sobre ella. 1) La gusta la música, 2) Es sarcástica, 3) Siempre lleva con ella unos cascos, 4) Quiere a su familia a pesar de tener padres divorciados, cree poder juntarlos de nuevo a pesar de que ella misma se engaña creyéndoselo posible, 5) Su mejor amigo es un friki de primera...

Suspiro pesadamente admirando el reloj, y contando los quince segundos que quedan para que empiece el siguiente recreo, dónde tengo pensado hacer las preguntas corriendo y ponerme a dormir.

Once, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno...

Todos se levantan con su típico paso apresurado, empujándose entre ellos e incluso el profesor, y solo queda el friki de Matt hablando con Isis unos segundos hasta que se despiden y me muevo hacia su lado.

—Solo nos queda poner veinte cosas sobre la otra persona ¡Y ya estaría!

Asiento y vuelvo a sacar el papel que he usado, me quedan quince cosas sobre ella, y estoy dispuesto a saber bastantes más en un largo periodo de tiempo.

— ¿Es enserio? –pregunta señalando el cuatro. Asiento y en ella se forma una sonrisa.

— ¿Llevas algo sobre mí? –estiro el cuello y logro su folio en blanco. Se lo arrebato de las manos y empiezo a escribir cosas sobre mí viendo a ella escribir sobre ella misma en mi papel. Se lo cambio tras unos minutos y cada uno guarda el suyo en la mochila –Me voy a dormir.

—Está bien –susurra, y saca los cascos de su bolsillo de la mochila.

—Isis.

— ¿Qué?

Tomo su mentón y aprovecho su desorientación para besarla, y ¡Dios!, como besa. No tarda nada en enredar sus manos en mi cuello y acercarme a ella, jugando con los pelos de mi nuca. Arrastro su silla hacia mí para quedar más juntos, cojo sus caderas entre mis manos y la subo a la mesa poniéndome entre sus piernas. Joder, no recuerdo haber dado un beso como este nunca. Ahora entiendo por qué no es virgen. Su lengua juega con la mía, y a pesar de conocernos de hace dos días me tomo la confianza necesaria para meter mis manos dentro de su camiseta. Siento su piel erizarse bajo mi tacto, y empujo sus caderas hacia mí sobre la mesa creando más fricción entre nuestros cuerpos. Sonríe y con la respiración agitada se separa de mí, no sin antes mordisquear mi labio inferior haciendo que un gruñido se me escape. Podría acostumbrarme a besarla, cosa que voy a hacer.

—Acostúmbrate –la susurro.

—No sé por qué, pero me siento terriblemente atraída por ti –admite, y se lleva un dedo a los labios.

‹‹Yo también››

—Todas quieren un chico malo –sonrío, y la aparto el pelo de la cara.

— ¿Porqué? ¿Por qué me besas?

—Me apetecía, suelo hacer las cosas cuando quiero sin importarme las consecuencias, y estoy seguro de que quieres más ¿Verdad? –acerco mi rostro al suyo, viendo su vista desviarse de mis ojos a mis labios constantemente, se humedece los labios con la lengua y cierra los ojos unos segundos antes de abrirlos y mirarme fijamente con sus ojos azules –, dilo Isis.

—Más.

Sonrío y la bajo de la mesa con cuidado sentándola en mi regazo. ‹‹Mala idea›› Llevo años a base de pajas, y que ahora esté sentada encima de mí no ayuda mucho a mi autocontrol. Sus manos despeinan mi pelo constantemente, tironeando de mis raíces y excitándome raramente, puede ser por el escaso contacto femenino de estos años, o porque soy un salido de primera, pero ya me la imagino desnuda y debajo de mí, gimiendo y gritando mí nombre mientras se corre. Saco esos pensamientos de mi mente y con mis manos en su nuca la pego más a mí, intensificando el beso. Nuestros labios se mueven en un baile bruto y sensual que nos calienta a los dos, mientras que nuestras lenguas se empujan y hacen que esta acción sea mucho más caliente. Ella sabe a menta, y a partir de ahora será mi sabor preferido. Ni si quiera yo mismo entiendo está atracción que nos tenemos, pero no me importa, hay gente en discotecas que a los diez minutos de hablar ya han follado y es posible que la chica ya tenga hasta un embarazo no deseado.

Solo puedo decir una palabra: genial.

Apoya las manos en mis hombros y coge aire en un intento de calmar su respiración, pero es en vano, estamos demasiado agitados.

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