Propuesta de Amor
Propuesta de Amor
Por: Maria Pulido
Prologo

—¡Ale! ¡Por favor! ¡Vete…! —mi madre grita de forma entrecortada, su rostro está tan hinchado, tan lleno de sangre que sus labios tiemblan de forma descontrolada mientras que ella toma las manos de aquel hombre suplicándole con la mirada que se detenga, pero este no lo hace.

No lo hace.

Yo trato de ordenar a mi mente de actuar, pero no me hace caso, mi cuerpo literalmente está paralizado ante el miedo.

Él la tiene sujetada del cuello mientras le propina otro golpe en la cara.

Que ironía, ese mismo hombre que al amanecer le dice que la ama, que no quiso hacerlo, que lo perdone, que ya no pasará de nuevo… ese es el mismo que al día siguiente después de cada borrachera, promete que cambiará.

¡Bien!, ahora tiene su cuerpo como si fuera un costal de arena, en el mismo cuerpo de mamá dónde desquita su desdicha y sus deudas, que al parecer son culpa de ella.

No soy capaz de irme, no puedo, lo único que hago es temblar de pies a cabeza, de llorar incansablemente gritándole que la deje en paz. La garganta se me comprime del dolor, pero ahora lo que necesito es tomar una decisión rápidamente porque de lo contrario mi madre morirá a manos de ese hombre.

Mis pantalones están mojados, mi camiseta está pegada a mí como una segunda piel, y el sudor me ha cubierto el cuerpo entero. No sé qué hora es, ha sido una noche tan larga que ya perdí la noción del tiempo, pero lo único que espero es que pueda amanecer pronto.

Como si una vocecilla susurrara en mi oído, al ver el desastre regado en la cocina giro hacia mi lado izquierdo y veo la parte de arriba de una botella de cerveza partida, que está en el suelo cerca de muchos vidrios.

«Tómala, hazlo», dice mi voz interior; así que sin pesarlo mucho y aunque mis piernas tiemblen y no esté segura de ellas, corro hacia el pico y lo tomo, pero, el nerviosismo es tan fuerte, que, al momento de agacharme, pierdo un poco el equilibrio resbalando, y por acto de reflejo coloco mis manos en el suelo deslizándome un poco hacia delante.

¡Duele hasta la mierda! 

Varios hilos de sangre bajan por mi muñeca, hay un corte profundo en ella, literalmente me he cortado debido a mi torpeza. Sin darle mucha atención al dolor, empuño el pico de la botella rota y corro hacia el frente donde observo el cuerpo de mi madre en absoluta calma.

Ella se ha desmayado.

Está tendida en el suelo, su cuerpo se mueve solo porque el hombre está propinándole unas patadas en los costados y un profundo dolor se gesta en mi pecho al ver su condición. Coloco las manos en mi boca y los sollozos salen de manera incontrolable; ira, rabia, impotencia se abruman en todo mi ser.

¡Lo detesto! ¡Detesto a ese hombre!

Con toda la velocidad que puedo, corro, corro hacia ellos teniendo una sola idea en la mente.

Salvar a mamá.

Me aviento encima del sujeto clavando la botella en su espalda las veces que puedo, colocando toda la fuerza que se desprende de mi cuerpo. Pero mi fuerza es tan poca y el temor se ha apoderado tanto de mí, que no logro hacerle mucho daño.

—¡¡¡MIERDA!!! —Grita el mal nacido—. Pero, ¡¿qué me has hecho?! ¡Debiste escuchar a tu madre!

Corro con todas mis fuerzas hacia la puerta, necesito salir, necesito que alguien pueda ayudarnos. No sé en qué momento aparecerá alguien, no sé tampoco si Joshua llegará a tiempo, lo único que quiero es poder tomar a mi mamá y sacarla de aquí, necesito que ella sepa que debemos abandonar a este hombre y huir muy lejos de aquí. Luego, entender que todo va a estar bien, que vamos a despertar de esta pesadilla pronto.

Logro agarrar el pomo de la puerta, el temblor de todo mi cuerpo ya es un zumbido, pero me esfuerzo por hacer lo necesario. Giro el pomo y entreabro la puerta, de inmediato un tirón fuerte

hace

que el cuero cabelludo me arda, y chillo del dolor dando un traspié cayendo hacia atrás, encima de varias ollas que momentos atrás se esparcieron al comenzar la pelea.

Coloco mis manos sobre el suelo para poder levantarme, pero es en vano, un puño se asoma en mi mejilla dando con la cabeza al piso.

Entonces un zumbido se adentra en mi cabeza atontando mi visión y mareándome por completo.

«Quédate así».

Quisiera levantarme, pero hay una gran debilidad en mis sentidos, veo como viene hacia mí una patada que da en mi estómago, y las ganas de vomitar comienzan a debilitarme, así que toso varias veces para lograr recuperar el aire.

Al instante escucho gritar a mi madre al fondo.

—¡Déjala maldito!  Soy yo a quien quieres, ¿no es así?

¡Mamá! ¡Está despierta! ¡Está viva!

 Siento esperanza al escucharla, de cierta forma una sensación de alivio pese a todo lo que está pasando, me tranquiliza.

Entonces un ruido, como si cayeran nuevamente muchas cosas, hace que abra los ojos de inmediato y trato de incorporarme. Utensilios de cocina; cucharas, tenedores, vasos, caen al suelo mientras el hombre revuelca un cajón.

En una estocada mis esperanzas van cayendo a pedazos, el hombre se levanta rápidamente y toma un cuchillo de la cocina caminando en dirección a mamá.

¡No…! ¡No! ¡No! ¡No!…

Me odio por no poder controlar mi mareo, me odio por estar tan débil y no poder levantarme. Entonces como último esfuerzo mis ojos se conectan a los de ella; y allí está, observándome fijamente con lágrimas en sus ojos disculpándose con su mirada y con sus gestos, ella me mira como si se estuviese rindiendo.

—Tranquila… —gesta su boca.

—Mamá… no… —logro pronunciar difícilmente, inclusive, creo que las palabras no fueron audibles.

El hombre de manera despiadada le clava el cuchillo en el vientre, sacándolo e introduciéndolo varias veces.

NO…

Un dolor agudo se clava en mi pecho junto con el grito desgarrador de ella. El dolor y la impresión que ahora tiene mi visión, son indescriptibles, no puedo más con esto, no puede estar pasando, no.

Entonces me dejo ir, me dejo desvanecer con la debilidad que se apodera de mi cuerpo, y cerrando los ojos, una oscuridad comienza a arroparme lentamente.

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