—¡Rara, deja de gemir! ¡Despierta! ¡Estás teniendo sueños húmedos!
Abrí los ojos de golpe al escuchar esa voz tan fuerte. Me encontré en una habitación desconocida, aunque por alguna razón sentía como si ya hubiera estado aquí antes. ¿Sería mi imaginación? ¿Dónde estoy y por qué me duele tanto la cabeza?
Instintivamente me llevé las manos a las sienes y empecé a masajearlas con cuidado. ¿Qué pasó? ¿Me golpeé la cabeza? Miré mi cuerpo y comprobé que mi ropa seguía intacta, que no me dolía nada más que la cabeza.
—¡Rara!
—¡¿Qué te pasa a ti?! —le grité al que no paraba de llamarme así.
Giré la vista hacia la voz y casi me caigo de la cama al ver a Marcus de pie no muy lejos. Solo tenía una toalla atada a la cintura cubriendo su desnudez. ¿Qué hacía aquí? Y… ¿por qué sus abdominales son tan perfectos? ¿Tiene un tatuaje a un lado del abdomen? Vaya, el cuerpo de este imbécil es impresionante.
—¡Deja de babear por mí, rara!
Parpadeé al escucharlo llamarme otra vez así.
Lo fulminé con la mirada y me levanté de la cama donde estaba acostada. Fue entonces cuando entendí que estaba en SU habitación. Por eso me parecía tan familiar, aunque el entorno me resultara extraño. Aquí fue donde ocurrió lo impensable.
Maldita sea.
—¡Deja de llamarme rara, idiota! ¿Qué me hiciste, eh? ¿Por qué estoy en tu cuarto? ¿Te aprovechaste de mí? ¡Qué descarado eres! —le solté con lágrimas en los ojos, abrazándome a mí misma sin dejar de lanzarle una mirada furiosa.
Él sonrió con arrogancia, y sus abdominales quedaron aún más a la vista. Aparté la mirada de inmediato, cuidando de no bajar los ojos porque… ¡peligro!
—Ajá. Claro. ¿Y qué fue lo que tú me hiciste a mí, señorita Wilson? Quizá olvidaste que anoche fuiste tú la que se aprovechó de mí.
Abrí los ojos como platos con lo que dijo. —¿Q-Qué? ¡No! ¿De qué hablas, imbécil? ¡Yo no hice nada…!
—Bailemos, príncipe encantador, —le dije de forma seductora, tratando de besarlo, pero él apartó un poco mi rostro.
—¡Basta, rara! ¡Estás borracha! Te voy a llevar a casa —me dijo, y sentí que me levantaba en brazos, haciendo que todo me diera vueltas otra vez.
—¡Príncipe encantador, no me lleves a casa! ¡Papá podría vernos juntos! —supliqué con los ojos cerrados.
—Sí. No te llevaré a tu casa, porque si tu padre nos ve juntos no me libro de esto. Y yo tampoco quiero casarme contigo, rara —lo escuché decir, aunque no presté mucha atención porque ya me vencía el sueño y todo me giraba.
Al cabo de unos minutos sentí que el príncipe encantador me dejaba en algún sitio, y al abrir los ojos me di cuenta de que estaba dentro de un coche. Lo vi entrar en un edificio, y en cuanto lo alcancé, le tomé las mejillas con ambas manos y lo besé con intensidad en los labios. Apenas sentí que entreabría la boca, aproveché para deslizar mi lengua. Me senté en su regazo, me moví suavemente contra él y apreté mi cuerpo al suyo para que entendiera que ya estaba encendida.
—¡Mierda! ¡Maldita rara, deja de hacer eso! —exclamó el príncipe encantador cuando mis besos bajaron a su cuello. Rápidamente desabotoné su camisa de manga larga y seguí besando hasta su pecho.
—¡Ah! —gruñó.
No pude evitar sonreír con malicia y persistí en lo que hacía. Mis manos bajaron a su cintura, desabrochando el cinturón de su pantalón.
—¡Carajo! ¡Para, Wilson! —ordenó furioso mientras apartaba mis manos de su cinturón, dejándome sin otra opción que detenerme.
Simplemente lo volví a besar en los labios, y él respondió de inmediato. Mis labios bajaron de nuevo a su cuello, y lamí la piel detrás de su oreja, arrancándole un leve gemido. Después de unos segundos, el sueño me venció, y terminé recostada en su hombro, olvidándome de todo lo que pasó después.
Me tapé la boca al recordar lo que había ocurrido anoche. Estaba furiosa con papá y solo quería olvidarme de todo, así que decidí ir a un bar y emborracharme, aunque juré que no volvería a probar alcohol. Bebí demasiado rápido y, ya borracha, fui a la pista a bailar… pero choqué con un chico guapísimo. No pude apartar los ojos de él y lo llamé príncipe encantador porque casi me caigo, pero me sostuvo a tiempo. ¡Mierda! ¿Era Marcus? ¿Por qué no lo reconocí en el momento? ¿O sí lo hice y simplemente lo ignoré? ¡AHHH, DIOS MÍO!
—Así que lo recuerdas, ¿eh?
Lo miré otra vez, y lo vi sonriendo con suficiencia.
—La que me hizo algo fuiste tú, rara. Técnicamente, podría mandarte arrestar por lo de anoche, porque te dije que pararas y no me hiciste caso. Ahora dime, ¿quién de los dos es más atrevido, hmm?
Parpadeé varias veces y tragué saliva sin querer. El corazón me latía a toda prisa porque no podía creer que yo hubiera hecho todo eso. ¿De verdad fui yo? ¿O tal vez no? ¡Yo no sería capaz!
—¡Y-Yo estaba borracha anoche! ¡No sabía lo que hacía! ¡N-No soy ese tipo de persona! —me defendí.
Él sonrió, inclinó un poco la cabeza y noté cómo sus hombros se sacudían levemente mientras dejaba escapar una risa baja. ¿Se estaba burlando de mí?
—¡Deja de burlarte, imbécil! —le solté con fastidio.
Levantó de nuevo la cabeza, y su expresión cambió por completo, volviéndose seria. ¡Vaya! Qué rápido cambia de cara, ¿no? —No quiero casarme contigo —dijo con frialdad.
Levanté una ceja, sin dejarme intimidar por sus palabras. —¡Mucho menos yo! ¡No quiero casarme contigo! —le solté enfadada.
Su cara es irritante. ¿Y todavía no se viste? Lleva sin camiseta desde hace rato.
—¿Ah, sí? Pues yo no olvido la noche en que irrumpiste en mi condominio y me recibiste con un beso en cuanto abrí la puerta. Tal vez tú ya lo olvidaste, así que te lo recuerdo —dijo con una sonrisa burlona.
Me mordí el labio, sintiendo cómo se me encendía la cara de pura vergüenza.
—¡C-Cállate! —repliqué molesta y corrí hacia la puerta de su habitación, abriéndola para salir. Pero me detuve de golpe al recordar que no tenía mi bolso, así que, contra mi voluntad, regresé a su cuarto.
Al volver a entrar en la habitación de Marcus, casi me da un infarto al verlo desnudo, con esos glúteos firmes y lisos totalmente expuestos.
—¡AHHH! —grité con todas mis fuerzas y enseguida me giré, cubriéndome la cara por completo. Sentí que me iba a desmayar del impacto. Menos mal que Marcus estaba de espaldas cuando abrí la puerta; de haber estado de frente, seguro me habría desmayado en ese mismo instante.
—¿Pensé que ya te habías largado? ¿Qué quieres, rara? —escuché que preguntó.
Tragué saliva sin querer. —M-Mi bolso. ¡Mi bolso! ¡Dame mi bolso! —balbuceé, totalmente nerviosa.
Lo oí suspirar y moverse. ¿Estaría alcanzándome el bolso? Me daba miedo voltear; ¿y si seguía desnudo?
Sentí un golpecito en el hombro, y al mirar, vi que era mi bolso. Lo agarré de inmediato y salí corriendo de su habitación. Antes de que pudiera irme del todo, lo escuché gritar:
—¡Vaya! ¡De nada, rara! —gritó.
—¡Gracias! —repliqué a gritos y me apresuré a salir de su condominio, aunque no lograba recomponer mi expresión y me sentía completamente hecha un desastre.
Necesito salir de aquí y volver a casa. Mamá y papá seguro ya se están preguntando por qué no he regresado. No quiero que se enojen conmigo. Otra vez.
¡Argh! ¿Por qué Marcus? ¡De verdad odio a ese hombre! Jamás aceptaré casarme con él. Se cree guapo, es un arrogante… ¡y encima feo! Haré lo que sea para no terminar casada con él. ¡Ni loca!