La habitación seguía exactamente igual que hacía unos años. El mismo espacio, con casi la misma atmósfera.

Kylie se quedó rígida, mientras Brown cruzaba los brazos sobre el pecho, su mirada fría fija en ella.

—¿No habíamos llegado ya a un acuerdo? —su voz era baja, pero afilada—. Solo puedes trabajar en interiores después de dar a luz. Nada de reportajes en el campo, ni de correr bajo el sol para buscar noticias.

Dio dos pasos hacia adelante—lo justo para quedar frente a ella. Extendió la mano y tiró suavemente de la capucha de su sudadera.

—¿No tienes calor con esto? —preguntó, con una ligera curva en los labios.

No era preocupación. Kylie conocía bien ese tono: era burla. Brown se estaba riendo de ella, como si dijera que esconderse bajo una sudadera era inútil. Instintivamente, dio un paso atrás.

—Kylie —su voz bajó aún más—, ¿incluso lograste que la esposa del Dr. Harris te ayudara con esta pequeña farsa?

‘¡Aaaaah! ¡Ya ni siquiera puedo engañarlo diciendo que fue idea de Sabrina!’