Una semana después Amelia estaba en su habitación cuando entró Soraya a llevarle té y galleta. Amelia se encontró extraño que la persona que fue a servirle el té haya sido Soraya puesto que generalmente era Lidia quien se encargaba de realizar esa tarea.
-Buenas tardes, señorita – dijo Soraya mientras le servía una taza de té con mucha delicadeza.
-Buenas tardes – dijo Amelia mientras la miraba con sus ojos fríos y distantes - ¿Dónde está lidia? ¿por qué no está ella sirviéndome el té? – preguntó Amelia con curiosidad, lo cierto es que a ella le gustaba hacerle berrinches a Lidia siempre que esta le servía.
Cada vez que Lidia le servía salía enfurecida de la habitación de Amelia y eso le divertía bastante.
-Ella pidió la tarde libre el día de hoy, regresará hasta la noche – respondió Soraya con naturalidad – de hecho, yo soy la única que está en casa esta tarde.
Amelia se quedó en silencio mientras una luz se encendía dentro de su cerebro. Mientras menos servidumbre menos vigilancia