Capítulo 20.

Daniel.

No supe como describir la sensación en mi pecho en cuanto nuestras miradas se cruzaron, en realidad no habría podido tener nunca las palabras que hicieran saber todo lo que mi alma estaba viviendo en ese momento, toda la felicidad que me embargaba verla allí de pie entre cada uno de sus lienzos expuestos, mientras las personas los miraban con curiosidad y se detenían minutos frente a ellos. Eso era lo que Elizabeth se merecía, eso y mucho más, ella merecía que cada una de sus pinturas llegaran hasta el lugar más recóndito del mundo, merecía mas que nadie el reconocimiento, sobre todo porque yo sabía, que ella paso demasiado tiempo escondida, mientras luchaba las guerras de otra persona. Las mías.

Ella estaba preciosa, pero no como como aquella noche en que llegue de sorpresa a su habitación en el hotel, esa vez era diferente, se veía casi angelica

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