Capítulo 39. Seda y encaje
Isabel
Después del animado y confesional desayuno en casa de Karen, donde la ansiedad pre-boda ya flotaba en el aire junto con el aroma a café, llegamos a la primera boutique. El lugar se llamaba, apropiadamente, The Ethereal Bride. El escaparate era un clásico: grandes faldas de tul, corpiños brillantes y velos etéreos, un espectáculo de cuento de hadas que prometía transformar a cualquier mujer.
Al entrar, el aire se sintió más ligero, con un sutil aroma a flores blancas y la promesa tangible de un nuevo comienzo. La belleza de los vestidos de novia, colgando como sueños en perchas de terciopelo, llenaba cada rincón. Karen, a mi lado, respiró hondo; este era un momento crucial y se le notaba la mezcla de emoción y pánico escénico.
Una vendedora amable, con una sonrisa serena que solo se gana después de años mediando entre novias histéricas y madres sobreprotectoras, se acercó.
—¡Bienvenidas! Qué alegría tenerlas. ¿La novia es usted?
Karen asintió, con un brillo especial en los ojos.