Los días habían pasado muy rápido, marcados por el llanto y la despedida de Lia hacia su padre.
Junto con su madre habían estado más unidas qué nunca, mientras que Julián había retornado a casa, alentando a Lía a regresar también, ofreciéndole a su madre un empleo inmediato en la cocina, luego de probar las deliciosas y únicas preparaciones que realizaba con pocos ingredientes.
Lía y su madre hicieron sus maletas, sabiendo que no regresarían en un buen tiempo, encargaron su casa a don oracio y se fueron con rumbo a la ciudad fluvial.
Al llegar, el personal estaba enterado de que Lía llegaría junto a su madre, teniendo una habitación preparada para ella, solo a dos habitaciones de la de Lía.
- Señora iris, bienvenida - dijo Julián abriendo sus brazos hacia la madre de Lia, mostraba gran alegría, luego dirigió su mirada a Lía y le abrazó con fuerza.
Jamás el personal de la mansión lo había visto ser tan cercano con algún empleado, por lo que pronto esto se rumoreo por toda la mansión,