La situación del auto negro y fino, me inquietó por varios días, simplemente no puedo explicar lo que esto provocó en mí. Sin embargo, nunca se me cruzó la idea de contárselo a alguien, tal vez es por el rostro brillante de mi madre y su semblante despreocupado y tranquilo, o tal vez es por inmensa felicidad de mi padre al contar sobre su nuevo trabajo. Están felices y contestos, no se merecen algo así, no se merecen una preocupación posiblemente inexistente.
Ahora, con la mente un poco liada, me subo al auto de mi padre rumbo a la escuela. Hemos estado intentando conseguir algún auto de segunda para mí, pero en este vecindario son muy costosos. A parte, en el lugar donde trabaja mi padre está irrefutablemente fuera de nuestro alcance.
—¿Cómo te sientes en la escuela? Creo que no había tenido la oportunidad de preguntarte, cariño —observo a