17. Adrenalina.

Ya estoy bastante alejada de aquel lugar, de modo, que puedo obedecer a la petición de mi cuerpo sobre descansar. El teléfono no ha parado de vibrar en mi bolso, pero no he sido capaz de detenerme para contestarlo. El escozor en la palma de mi mano es insoportable, así que me detengo a mitad de la calle a mirar mis heridas. Noto que los vidrios no están tan profundos e intento sacarlos, logro sacar uno con un grito desgarrador, pues no era tan superficial como pensaba. La sangre comienza a brotar en grandes cantidades y a gran velocidad.

¡Mierda! Creo que necesitaré puntos. Estoy perdida y el mareo se está apoderando lentamente de mí. Intento sacar el celular de mi bolso, pero solo obtengo lastimarme más, comienzo a caminar más rápido hacia la calle principal, para intentar encontrar un auto que me lleve a una clínica, hasta que siento luces detrás de mí.

El auto comienza a

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