–No sabes lo que me molestan estas reuniones. –Chico se sorprendió y levantó la cabeza para ver a su esposa que se colocaba los aretes cortos frente al espejo. –O si lo sabes y por eso las propicias.
–Me sorprende escucharte, pensé que a estas alturas ya estabas acostumbrada a los Rivero, te veo ir y venir con Trina, compran, almuerzan, comparten gusto.
–¿Y qué quieres que haga ahora que es inminente el matrimonio de Santos con esa muchacha? No puedo dejarles todo a su elección. Sería una boda llena de servidumbre como amistades, con música en vivo campestre y ropa de domingo.
Chico rió inevitablemente sorprendido de la respuesta de su mujer, se imaginó a todos nosotros vestidos como asistíamos los domingos a la iglesia. Ropa de lino cubierta hasta el cuello, la mayoría de las veces de blanco, sombreros discretos, miradas bajas.
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