— Es una leyenda terrible — Freire observaba el reloj, era muy tarde.
— No seas necio — el anciano le regañó —. El pueblo estuvo a punto de desaparecer en aquel momento. Casi todo el mundo acabó sucumbiendo a los peces negros.
— Pero los peces ya existían cuando murió la mujer — esa historia no explicaba nada.
— ¡Exacto! — Se alzó — Es algo que ocurrió, una de las historias que más se ha compartido, nuestra leyenda más antigua, pero no es su verdadero origen.
— ¿Y cómo llegaron aquí? — la pregunta era obvia.
— Se nota que es investigador — sonreía —, haces las preguntas correctas.
— ¿Y bien? — esperó.
— Hay una teoría que dice que el agua tiene memoria — el hombre sacó su cantimplora y bebió un buen sorbo —. Imagínate que debió ocurrir en ese río para que tantas desdichadas almas estén buscando venganza.
— ¿Tu abuela no te contó nada más? — sonreía.
— Solo es una de las muchas historias que hay grabadas a fuego en este lugar — bebió —, pero cuando los peces aparecen no diferencian cul