Cincuenta y cinco.3

A la mierda los Diener, a la mierda Dana, a la mierda Juan Pablo. Si salgo de esto, directo a la policía. Si me quieren encarcelar, que lo hagan. Ya estuve ahí, no será igual, empezando porque lo único que recuerdo es que todo era triste, oscuro y difícil, seguro la cárcel será tres veces peor.

Lo siguiente que noto es que Tristán se acerca a zancadas pesadas, se detiene frente a mí y me mira enfadado. Siento emanar el odio, el miedo, la intriga y la necesidad de... Besarme.

—¿Qué hiciste?

—Amanecí en una casa bañada en sangre —espeto, su furia de una u otra forma es contagiosa—. Vine a este maldito pueblo siguiendo a un imbécil que no me merece y terminé pasando los peores meses de mi vida.

—No, ya no te creo —su voz es tan baja que debo esforzarme para escucharlo—. ¡Ve esto! Tú lo ocasionaste, sé que fuiste tú —sus ojos verdes emanan desesperación—. Dime qué está pasando.

Nuestra mirada es tan profunda, que literalmente siento lo que él. Es como si fuéramos uno solo. No lo dejes sal
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