Dolor

Caminamos despacio por dentro de la casa, no veíamos a nadie, ni siquiera el ruido de un ratón se escuchaba.

—No puedo creer que estoy haciendo esto. —le dije a Damián.

—Tampoco yo, pero ellas estarán bien ¿De acuerdo? Solo... Hagamos esto de una vez.

—Dejen de hablar tanto. —Nos reprendió Chévez.

—¡Oh vaya! Visitantes —Dijo un hombre desde el segundo piso apuntando con una pistola hacia nosotros.

—Mierda —Damián maldijo por lo bajo —¿¡Dónde están!? —le gritó sacando todo su valor.

—¿Dónde están quienes? — preguntó con una leve sonrisa.

—No te hagas el imbécil — hablé —¿¡Dónde están!?

Damián y yo apuntábamos con las pistolas hacia él. Mientras Chévez solo veía la escena con los brazos cruzados de una manera neutral, hasta que habló —ya bajen sus malditas pistolas de juguete, callence y apártence.

Nosotros lo vimos sin entender pero

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