Era una mañana de domingo, era de esos extraños días donde ella podía despertar tarde, al intentar levantarse noto que estaba prisionera en su cama, ya que un rubio y un pequeño pelinegro dormían abrazados a ella, a lo que esta simplemente esbozo una sonrisa mientras volvía cerrar los ojos. La verdad le sorprendía como cambiaron las cosas para bien, jamás pensó que después de esa ruptura y humillación que recibió por parte de Alejandro volvería a enamorarse ya que se había mentalizado en conformarse con ser feliz al lado de su pequeño cielo.
Isabela busco levantarse con cuidado de no despertar a sus compañeros, para poder pararse y observarles dormir. Le encantaba esa vista, donde podía apreciar a sus personas importantes. En eso empezó a recorrer con la mirada su habitación, recordando con nostalgia su infancia y los momentos divertidos y problemáticos que tuvo viviendo ahí, recordó igual ese momento en que ella regreso a casa atreviéndose a llegar a pie apenas después de dar a luz p