Confesión

—Por hoy serás un esposo obediente y harás todo lo que yo te diga, ¿entiendes? Si te escucho, aunque sea respirar un poco fuerte, la próxima bala atravesará tu asqueroso pene.

Le quité la corbata y la amarré firme en una de sus piernas para detener el sangrado. Como no contaba con más corbatas, usé una parte del vestido para presionar la otra herida y evitar que muera desangrado. Sería una muerte tan patética y estúpida, nada comparada a la que tengo en mi mente. Además, si no lo vive, ¿cómo lo va a disfrutar? Porque en la vida, todo hay que vivirlo para sentirlo.

Abrí la puerta con sigilo y solo asomé la cabeza para asegurarme que nadie estuviera pasando por el pasillo. Un par de voces resonaron de fondo, agitadas y furiosas. Es imposible no reconocer la voz de ese viejo asqueroso incluso estando desde lejos. Le hice una seña de silencio a Novikov, descansando el cañón del arma sobre mis labios.

—Calladito te ves mucho más bonito.

Lo vi apretarse con fuerza las rodillas, en el lugar
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