Después de muchas presentaciones y rabietas de doña Barbie, llegó el momento que Alessandro estaba esperando. Su sonrisa era tan grande y hermosa, que podía iluminar una noche oscura. Alessandro era un hombre muy guapo. Un italiano que te haría suspirar y a la vez odiar. Un hombre alto de 1.80 tal vez, escaso cabello, sin barba, cejas gruesas, labios finos, ojos grises y musculoso.
—Me llena de orgullo ver como mis muchachos han crecido y están llenos de amor —habla el abogado, al ver a Alessandro y a Fabrizio.
Una cosa que no dije, Alessandro está completamente tatuado, solo su cuello y rostro se salvan de tener tinta. Eso es lo que me ha dicho Alessandra.
—De mi hijo lo dudo —responde el señor De Santis—, pero somos jóvenes y nos creemos expertos en el tema. Hubiera preferido que Alessandro se casara obligado o con una mujer que no ama —escucho las carcajadas de todos.
Me río con amargura porque eso describe mi situación perfectamente. Veo a Alessandra con ojos cristalizados, me